La rentrée
No ha dado tiempo a guardar los aperos de la playa y ya estamos protestando por todo, yo la primera.
Si la Roja recibe el Príncipe, malo. Si no se lo hubieran dado, peor.
Si Cascos no viene por Asturias, malo. Pero si viene, peor.
Si los Sindicatos callaban como zorros, malo. Ahora que se mueven, peor.
Si Tráfico quitaba puntos, malo. Si ahora multan menos, peor.
Si la Laboral era de unos pocos, malo. Si canta la Pantoja para todos, peor.
Echo de menos aquellas amables tertulias de otoño en las que se hablaba distendidamente de la vuelta al trabajo, del nuevo curso político, de otro año académico, de los planes de futuro coherentes contra el paro, de las dietas para adelgazar...
Pero la crispación se está apoderando de nosotros en todos los ámbitos, no nos permitimos disfrutar de la familia ni de la amistad relajadamente, perseguimos a diario un mito de bienestar futuro que no existe y sólo chocamos con la frustración, desperdiciando la salud.
Se puede empezar a vivir mejor si se renuncia al pesimismo.
Se puede uno animar a reciclar ropa y juguetes para Cáritas, y de paso ordenamos el trastero.
Se puede colaborar con Aldeas Infantiles de España, no hace falta viajar con una ONG internacional.
Se puede practicar inglés haciendo los deberes con los hijos sin cruzar el Canal.
Se puede buscar un trabajo de esos a los que no hacen ascos muchos inmigrantes, como cuidar abuelos enfermos.
Se puede estudiar de mayor, si pasa que sobra el tiempo.
Se puede intentar ser mejores, para "lo que nos queda en el convento..."
Mi hijo interrumpe estos "pinitos periodísticos" para decirme:
" Mami, si todos mis amigos han ido a su pueblo este verano...¿por qué yo no tengo pueblo?..."
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