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Ahora cuál es el plan

15 de Enero del 2022 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

1960-1980.- Con la emigración en auge, los planes de desarrollo ponen a Asturias al frente de la producción de acero, aluminio, cinc, fertilizantes y cristal de España. Quedaba así preparada para el pistoletazo de salida.

1980-2000.- Todo está comenzando: democracia, autonomía, emprender, producir y exportar... Algunas cosas ocurren, otras no. No hubo suficiente emprendimiento, ni colaboración, ni confianza empresarial para ponerse a fabricar, de forma automatizada, la cantidad de productos que se podrían derivar de esas primeras transformaciones. Nunca tuvimos muchos empresarios de aquí, pues a lo largo de nuestra historia industrial eran muchos los venidos de fuera. Entramos en la UE y esperábamos que vinieran de nuevo de allí. Europa, conocedora de que la inversión más rentable es la formación permanente para la actualización del conocimiento de las personas, destinó cuantiosos fondos a tal fin para ver si nos convertíamos en grandes emprendedores. Entonces los centros públicos de la formación permanente se aparcaron, apareciendo numerosos centros colaboradores sin ánimo de lucro, como los entonces llamados Centros de Nuevas Tecnologías, que luego se convirtieron en los centros de la Fundación Metal Asturias. A pesar de ello, como las marcas tecnológicas para la automatización no vendían, se fueron a la cuenca del Ebro, incluyendo País Vasco y Navarra, con el ramal de Burgos, Palencia y Valladolid. El INI vendió todas las empresas menos Hunosa, que se fue reduciendo, y un astillero público, que se fueron apagando. Llegó aún la DuPont, que no aceptó sindicato alguno. Las prejubilaciones se otorgaron con gran alegría del personal que amortizaba su puesto de trabajo, y eso no preocupaba. El agua hervía, el desempleo rozaba el 20 por ciento y el café no salía. Muchos de los prejubilados retornaron a sus pueblos y aldeas (al menos como segunda residencia) y hubo un repunte de actividad en un medio rural en el que también hubo amortización de explotaciones. Al no fabricar vehículos que usasen parabrisas, ni siquiera carrocetas para el medio rural, fabricábamos pretiles de acero galvanizado para las carreteras. El tren de hoja lata funcionaba, pero las latas de las conserveras se fueron a otros lugares. Ni había fabricación robotizada automatizada, ni grandes prensas de embutición. Así que los más osados pensaron en dar el golpe con el kilovatio térmico para exportarlo en gran cantidad, con gran rentabilidad al subvencionarse el carbón autóctono, que se mezclaba con el que llegaba por El Musel. Como éramos espabilados, para mejorar la situación, se buscó ponérselo difícil a la energía nuclear dándole moratorias y también a la hidráulica preservando los valles que luego serían la España vaciada. Todo esto cuando ya se sabía del peligro del CO2.

2000-2020.- Llegó el euro y la burbuja espléndida de la construcción. Se construía cualquier cosa subvencionada, incluso se vio la necesidad de construir la ampliación de El Musel para traer más carbón con fondos europeos y una gran Zalia para despuntar aún más en el malgasto junto a museos y aulas de interpretación con fondos mineros. La necesidad no eran las construcciones, sino las subvenciones que venían con ellas. Pero la industria manufacturera declinaba sin remedio y hasta la Fábrica de Armas de La Vega se clausuró sin que nadie viese que allí había preparación suficiente para fabricar y desarrollar cualquier cosa. Seguía fallando el emprendimiento, tanto empresarial como el de sus colaboradores necesarios: los trabajadores. Así que los que veían que iba a ser muy duro cuando nos cayese el maquillaje, empezaron a ver la industria alimentaria, y la producción agrícola y ganadera, como una posibilidad de solución si se utilizaban grandes medios tecnológicos que ayudasen a aumentar tal producción manteniendo la calidad ecológica; por lo que habría que tener aulas de formación en las villas para transmitir el conocimiento y su actualización permanente. Sin embargo, por ahora, acabamos siendo líderes en bases, soportes y estructuras de acero para las torres eólicas terrestres y marinas, gracias a un empresario que, como es habitual, no nació en Asturias. Pero ni montamos ni construimos los aerogeneradores y sus mecanismos. Aunque sí nació en Asturias quien es líder en producir excelentes bicicletas. Por otra parte, cuando ya no producimos aluminio, construimos barcos de aluminio. ¿Será esto el despuntar?

2020 y seguido.- Con talento emigrando, sin invertir en investigación y conocimiento, sin el emprendimiento surgiendo de la investigación, sin la formación permanente que permita ponerse al día a las empresas, no se ve la posibilidad del crecimiento industrial cuando la energía está carísima y la tenemos que importar. No todo puede ser hostelería para lo comido por lo servido, ni fiar en la resurrección de la burbuja de la construcción para que sea de tu bolsillo al mío, pues la huella de carbono debería contar y la de la edificación es grande y acabará costando. Claro que si el pastor deja de pastorear cabras y ovejas porque no quiere verlas muertas aunque se las paguen... No queda mucho para imaginar un polígono industrial verde en el medio rural. Así que: ¿ahora cuál es el plan? Producir hidrógeno verde en electrolizadoras trayendo energía nuclear verde de Francia y gas verde de Argelia, o solo almacenarlo y venderlo desde El Musel con sus depósitos convertidos en bombas de hidrógeno para los buques. Porque aquí no obtendríamos energía verde suficiente si no se quieren parques eólicos terrestres que indigesten al ganado, ni parques eólicos marinos que ahuyenten la pesca. No sé si será preferible el cultivo de biomasa plantando arbustos no autóctonos o bien ser un paraíso natural desierto que atraiga a multimillonarios con su cultura de comprar valles, pedir prestado a bancos, invertir en robots para la producción alimentaria en los valles y cuidar ganado en sus montañas, y al final morir en paz sin pagar un euro de más en sus impuestos... Porque para ello habría que ajustar mucho la política del impuesto de sucesiones. Esta historia empezó con el INI como empresa principal y acaba con la Seguridad Social pagando más que las empresas privadas en salarios. Alguien debe gobernar, comunicar y motivar con un sentido de realidad. Porque proponer destruir el pasado de los viejos no es ningún juvenil futuro constructivo. Ni tampoco resucitar la burbuja de la construcción creyendo en su resurrección con nuevos fondos europeos. Porque por ese camino, por muy transparente que sea, no hay credibilidad.

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