En recuerdo de la gatina Mi
El 8 de septiembre fue la última comida de Mi, mi querida gatina, la última comida que yo le eché. Mientras comía vomitó una cosa gris entre la comida. Me dijeron que sería catarro. Yo no lo creí. Ya Mi dejó de comer y empezó a esconderse. La busqué por todas partes. El último día que la vi no quiso acercarse, estaba muy mal. Todos los días por la mañana iba a buscarla, pero nada.
El día 15 no fui a buscarla. Cuando venía de comprar una señora vino a mi casa para decirme que mi querida gatina yacía moribunda en la acera donde ella siempre estaba. Después de mucho buscarla la encontré agonizante, vilmente envenenada. La cogí en mis brazos, la cubrí con mi chaqueta, la llevé al veterinario. Cuando estaba allí tuvo una convulsión, me mordió un poquito en la mano. Era el fin de su pobre vida.
Pero, claro, esto no tiene importancia. Era solo una gatina callejera, como dice mucha gente con desprecio. Pues yo los quiero. Y mucho. Me da pena que estemos como estamos, carentes de valores. Aquí no tenemos justicia, pero yo espero la de Dios. Como dijo don Juan Tenorio «llamé al cielo y no me oyó». Dios es justo, tarda pero llegará.
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