¿La ilusa pretensión de Stephen Hawking?
En el momento en que se obtenga desde la ciencia una explicación total del universo se habrá llegado a la comprensión de la innecesariedad de toda intervención y ¿existencia? de Dios en el origen y formación del universo mundo. Parece ser la tesis y el mensaje de su nuevo libro del astrofísico Hawking. Con ello estamos ante la siempre cuestión problemática de las relaciones fe-ciencia, o la ciencia versus creencia. Pensamos sin más fundamento que «creencia» es algo precrítico, irracional, subjetivo, no verificable; mientras que la ciencia se sitúa en lo crítico, racional, objetivo, empíricamente contrastable. Lo que ha supuesto asociar no pocas veces a la «creencia» con su inutilidad funcional, con la falsedad por no ser verificable, o tildar de nociva porque proporciona información alienante, evasiva, poco realista. Ha generado la mentalidad positivista, para la cual la física en la ciencia moderna ha estado unida a los avances más impresionantes en el conocimiento del mundo.
Existe la persuasión de que lo racional es lo científico y la cientificidad la ostenta la física. Tal actitud sustenta postulados como: sólo la ciencia proporciona la verdad; solamente se acepta la evidencia empíricamente comprobable; toda realidad es realidad física y todo lo cognoscible debe ser reducido a leyes físicas. En resumen, se sintetizaría en la doble ecuación: razón=ciencia, ciencia=física. Esta irracionalidad del racionalismo positivista ha cosechado no pocas críticas y refutaciones de autores como K. Hübner, H. Skolimoski, etcétera, y conducido hacia una redefinición de la racionalidad. Sabemos que «toda actividad científica incluye necesariamente una precomprensión no justificable científicamente»; dicho de otro modo, es imposible hacer ciencia si no se parte de un conjunto de convicciones, sospechas, conjeturas.
Subtítulo: La problemática de las relaciones fe-ciencia
Destacado:La verdad de la ciencia, y en nuestro caso de un científico eminente, no es toda la verdad, no es la única ni la última
Por lo tanto, ciencia y creencia no son tan dispares o distantes entre sí como se quiere hacer creer. Lo han demostrado las grandes polémicas en el pasado y también en la actualidad, como las reservas de Einstein frente a la mecánica cuántica, el debate de los astrofísicos acerca del modelo del universo, sobre el principio de causalidad, etcétera, donde se demuestra el papel relevante que juegan las razones a priori o las basadas en la experiencia. La física no puede prescindir de la metafísica. Tratar de resolver exclusivamente con una metodología científica cuestiones de otra naturaleza o nivel comprensivo-explicativo distinto es un error estratégico significativo. Por lo tanto, se impone reconocer limitación a la ciencia, su incapacidad inherente de poseer un conocimiento completo de la entera realidad.
Como asevera Hübner, «ninguna teoría física puede pretender expresar la estructura ontológica del mundo; sus teorías son sólo construcciones, modelos, que están determinados por postulados a priori de diverso tipo». Popper añade: «Todo lo que es muy importante ha de quedar esencialmente inexplicado». Por lo tanto, la verdad de la ciencia, y en nuestro caso de un científico eminente, no es toda la verdad, no es la única ni la última, lo cual supondría un rebasamiento de la física hacia la metafísica.
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