¡No me falles!

8 de Marzo del 2022 - José Antonio Flórez Lozano

Sumario: La necesidad de no dejar abandonar a los mayores

Destacado: Cada vez es más necesario estar juntos, escuchar, conversar, tocar, intercambiar miradas, acariciar, porque sin esos ingredientes y, especialmente, sin el amor, es imposible la vida.

¡No te desanimes, quizá sea la desgracia la fuente de tu felicidad! (Menandro, Atenas, dramaturgo; 342 a.C. - 292 a.C.).

¡No me falles! Dice un padre a su hijo ante un examen. ¡No me falles! Recuerda un paciente a su médico. ¡No me falles! Expresa un entrenador a su jugador. ¡No me falles! Suplica un amigo. Una frase y un deseo que repetimos hasta la saciedad, porque en el fondo se trata de nuestra seguridad psíquica. Porfiria es una mujer de 91 años que vive en una residencia de ancianos; toda su vida ha trabajado en el campo. Tiene tres hijas y varios nietos. Ella deseaba quedarse hasta el final de sus días en la casa de una de sus hijas, pero fue imposible. Le prometieron, lo que suele hacerse en estos casos: te vas a encontrar mejor, te ayudarán con eficacia, estarás como en tu propia casa, imagínate un hotel de cinco estrellas, el personal sanitario es insuperable, te sentirás como una reina, la comida es casera como a ti te gusta, y tendrás un montón de actividades, excursiones, terapias, bailes, juegos y entretenimientos. Y llegó el día de marcharse a ese gran hotel.

Aún recuerda la última mirada humedecida a su balcón, donde transcurrió su vida, ventanas cerradas y un tendal con una prenda y varias pinzas, indicio de que ahí hubo vida. Porfiria, mientras se introducía en un coche, pensaba en una odisea en arenas movedizas. Un traumático desarraigo con sombrías perspectivas. Dolor contenido bajo una lluvia de lágrimas. De inmediato, Porfiria fue consciente de un cambio radical en su vida. Poco a poco las visitas fueron disminuyendo; unos estaban trabajando, algunos de viaje, otros muy ocupados, algunos no tenían tiempo o estaban de vacaciones… Las promesas se fueron desvaneciendo. Congelación afectiva y emocional (nudo en la garganta y angustia a raudales, según me expresó). Y al final, Porfiria se quedó solo con la visita de un nieto que de forma sistemática se reunía con ella los domingos por la mañana; una visita con café, pasteles y paseo. En el último paseo, Porfiria le dijo a su nieto, escúchame: ¡no me falles!, ¡no quiero quedarme sola entre las cuatro paredes de la residencia! El mejor medicamento para estas personas (y, por supuesto, para todos nosotros) es la comunicación, el cariño, el contacto físico, los abrazos, los besos, la ternura, el tiempo y la contemplación. Tenemos un cerebro social orientado a la conexión emocional, dispuesto biológicamente a esos procesos empáticos orquestados por las neuronas espejo; sin embargo, en la incomunicación dejan de funcionar, acercándonos a un vaciamiento mental que es la antesala de la depresión. Porfiria piensa como nuestro Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal: “Lo más triste de la vejez es carecer de mañana”. Vivimos en un mundo deshumanizado, cosificado; las personas son consideradas como objetos, en especial las personas mayores. Cada vez es más necesario estar juntos, escuchar, conversar, tocar, intercambiar miradas, acariciar, porque sin esos ingredientes y, especialmente, sin el amor, es imposible “vivir”. De ahí el significado de la exclamación ¡no me falles! Muchas personas mayores como Porfiria acaban encerradas entre las cuatro paredes de una casa o una habitación que respira soledad, hasta que la muerte inexorablemente hace acto de presencia. Afirma Porfiria, “me preocupa más la muerte cotidiana que la definitiva”. No quiere ser una vida vacía que pulula por el centro residencial con desorientación y desamparo. Anhela una vida que merezca la pena vivir, encontrar un propósito de la vida, recuperar el espíritu alegre y los sueños infantiles. Tenemos hambre de comunicación, se trata de un bien terapéutico muy escaso, secuestrado por la digitalización. Nuestros mayores lo necesitan urgentemente. ¡Una palabra de apoyo, por favor! ¡Una mirada de comprensión! ¡Una sonrisa agradable para seguir viviendo! En el Eclesiastés (4:10) encontramos: “Pobre del que está solo y se cae y no tiene quien le ayude a levantarse”. Porfiria, en su vida residencial, nos recuerda lo que manifestó el médico y Premio Nobel de la Paz (1952) Albert Schweitzer: “Soy un ser vivo y deseo vivir en medio de seres vivos que quieren vivir”. De ahí, la frase a su nieto: ¡no me falles!

Cartas

Número de cartas: 45551

Número de cartas en Julio: 12

Tribunas

Número de tribunas: 2069

Número de tribunas en Julio: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador