Mantengamos la esperanza
Crece el número de los que contemplan un futuro próximo con una manifiesta y cierta razonable preocupación. El mundo ha cambiado sin que sepamos aún qué forma van a adquirir, por ejemplo, las grandes potencias que han perdido protagonismo; y, a la vez, vemos que otros nuevos poderes adquieren protagonismo, pujanza y desconocida para muchos capacidad de maniobra. Hoy nos asustan. Y, además, también desconocemos el giro que tomarán las cosas.
Y, sin embargo, no hay que desanimar nuestra esperanza. El mundo no puede perder el aliento. La futurología científica o los críticos de la cultura nos advirtieron equivocadamente muchas veces con su nostalgia del pasado o con su celo excesivo por un futuro. Yo ahora, pensando y escuchando a los jóvenes de la casa, que son los que más riesgos corren, llego a pensar como ellos, concediendo más valor al presente e intentando reconciliarme conmigo mismo, sin huir del todo de mi pasado ni de lo que pueda traernos el futuro. Sin miedo. La felicidad personal se decide en el presente, sin huir del pasado al futuro.
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