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Ni esperanza ni miedo

21 de Enero del 2022 - Rufo Costales (Oviedo)

Pendientes de dilucidar el resultado de la guerra, los ciudadanos hemos perdido todas las batallas: sociales, sanitarias, laborales y hasta familiares. Hemos sido sometidos a los designios de encorbatadas macrobacterias con minicerebros al servicio del mal, y nos espera una penosa travesía del desierto con efectos desconocidos y final impredecible, muy lejos de lo que sería una solución razonable.

Recuerdo ahora a Eulogio Gutiérrez, un hombre de bien y de posibles, protagonista de una historia actual y, como ponen en algunas películas, "basada en hechos reales".

Imagine por un momento que usted es él (si lo fuera, no tendría que imaginárselo), que justo termina de leer un wasap de su vástago Nicolasito, nini feliz a gastos pagados, donde le cuenta que le encanta su misión militar en Siria, que se lleva muy bien con su sargento y compañeros y que necesita más dinero para munición.

Suena el timbre de la puerta, acude y se encuentra con un sonriente y feliz empleado de Correos que le desea feliz día y le entrega una carta certificada, remitida por la D.G. del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.

Abre con avidez el sobre y se encuentra con esta estimulante y feliz noticia, largamente esperada, que en ocasiones le ha tenido al borde de una trágica decisión, definitiva y sin retroceso:

"Estimado Sr. Gutiérrez: ¡buenas noticias! Desde el Ministerio de Sanidad deseamos informarle que su prueba PCR covid positiva, efectuada hace dos años, en la primavera de 2020, fue engañosa; no había pruebas que indujeran a pensar que estaba infectado.

Por lo tanto, su consumo de lejía para matar al coronavirus; la sucesión de 'electroshocks' incompatibles con la salud; su intento de suicidio; su aislamiento; su hospitalización durante la cual su negocio de fabricación de mascarillas y test de antígenos entró en bancarrota; el trago amargo del embargo de su chalet; el abandono de su esposa para irse a casa de su madre, en un pueblo de la España vaciada, a reencontrarse con su antiguo novio; y que su entonces socio comercial se suicidara... todo eso fue innecesario, lo sabemos, queremos que lo sepa y queremos que sepa que lo sabemos, señor Gutiérrez. Gracias por su comprensión".

Se le aflojaron las piernas y a punto estuvo de romper a llorar por la emoción. Recordó entonces que a primera hora de la tarde tenía una cita en la oficina central de la multinacional en la que trabaja con el director de RR HH, hombre de cuadruplicada malicia y perfecta hipocresía, con cara de rodaballo.

¿Un merecido ascenso? A ver, a ver...

Llegó puntual, pero más puntual aún había llegado su director, que, sin más preámbulo, se fue directamente al grano:

"Gutiérrez, esta espiral viciosa de salarios y precios en aumento tiene que acabar ya, y aplicando el principio bíblico de que "los últimos serán los primeros...", puesto que usted ha sido el último en entrar, va a ser el primero en salir. Empezamos por usted.

En este acto le comunico que hemos cancelado su póliza de hospitalización y su seguro de enfermedad, hemos anulado su plan de pensiones, hemos enviado notificación dentro del plazo legal al SEPE, y aquí tiene un cheque que incluye la parte proporcional de extras y vacaciones, indemnización y salario acumulado. ¡Está despedido!".

Ya sabemos que Satanás existe y está al frente de las operaciones, y algunos, que dicen haber visto a Gutiérrez bebiendo alcohol bajo un sol abrasador, escurriéndose como una serpiente en un matorral, aseguran que está desconocido con barba, demudado, flaco, vengativo e integrado en un comando paramilitar checheno especializado en el manejo de fusiles de asalto AK-47.

Cuando vemos que los "Gutiérrez" de turno se multiplican cada día, temo que algunos disidentes hagan una interpretación fatal y precipitada en este camino infernal, plagado de minas, que nuestros amados líderes han dispuesto para nosotros. Cuídense.

Saludos cordiales.

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