Hartazgo
Se llamaba Lito, y desde mi más tierna infancia lo conocí postrado en la silla de ruedas, incapaz de valerse por sí mismo, necesitando de la ayuda de su familia para todo. Me daba mucha pena verlo así, excepto cuando lo oía reírse a carcajadas, y es que esa risa era sanadora, no había medicamento mejor. Un día, después de verlo de la que volvía para casa, le pregunté a mi abuela por él, quería saber qué le había pasado; mi abuela me dijo que se trataba de polio (poliomielitis), y yo no podía darle crédito a lo que me estaba diciendo. Dos gotas de un líquido de color rosado, que antaño se vertían sobre un terrón de azúcar, podían impedir esa enfermedad y nuestro vecino no había tenido oportunidad de vacunarse. Obviamente eran otros tiempos, y a principios de los sesenta esa enfermedad atacaba a más de dos mil personas al año, y fue a partir de 1965, con la campaña de vacunación, cuando se bajó la incidencia a sesenta y dos casos.
Igual que hablo de la poliomielitis podría seguir con el sarampión, las paperas, la rubéola, la varicela, la meningitis, la difteria, la tosferina, o insistir en la erradicación de la viruela, por no mencionar la clásica vacuna del tétanos, que da igual que la tengas puesta que no, porque como tengas que ir al médico por una cura, por si acaso, te la ponen para prevenir, y sin embargo aquí estamos, vivitos y coleando.
Es injusto, y yo creo que muchas personas ya estamos hartas, muy muy hartas, de escuchar tantas sandeces, estupideces y reflexiones de homeópatas de huerta, de científicos de chigre y de virólogos de cuadra. ¿Se darán cuenta alguna vez en su vida del desprecio que significan sus palabras, frente a las personas que no tuvieron la oportunidad de vacunarse? ¿Se creerán especiales, dotados de una inteligencia superior, al manifestar inducidos por otro cerebrito que la ciencia ahora mismo solo trata de elucubrar un plan maléfico para exterminar o dominar la raza humana? Estoy hastiado de esa legión de "negacionistas" "bebelejías", y por si todo ello fuera poco, llega la prensa para hacerse eco de la voz de cualquier mindundi, para plasmar en titulares: "No entiendo intoxicar tu cuerpo para prevenirlo de no se sabe muy bien qué". La lumbrera de turno defendía la homeopatía frente a las vacunas, cosa que puedo entender si tienes un sarpullido leve o un resfriado común, porque entiendo que por probar no pasa nada, y si no te da resultado siempre puedes recurrir al hechicero o al nigromante de turno, y si ves que nada de eso lo soluciona te quedan los de la bata blanca, y ya en caso desesperado, si la cosa ya tiene difícil solución te encomiendas al de la sotana negra, pero es que hablamos de una pandemia, en cuya lucha se involucró el mundo entero, algo que parece ser que no acaba de calar en el intelecto de estos magos, y la única razón que aducen es que se consiguió demasiado pronto, y me pregunto: ¿saben ustedes cuánto tiempo tuvo que pasar para que los humanos descubrieran el fuego, o la rueda? Pues otro tanto, calculo yo, que es lo que les falta a ustedes para llegar a entender que aunque la lejía desinfecte, el inyectársela a un enfermo de covid-19 es garantía de muerte, por mucho que a uno de sus gurús, Mrs. Trump, se le ocurriera decirlo en vivo y en directo.
Ayer veía en la tele a una enfermera que había renunciado a su plaza en el hospital, cuando volvieron a trasladarla del quirófano a la UCI de covid. La chica decía que no podía seguir y estaba a tratamiento, y sinceramente no me extraña, según leí recientemente un 25% de los empleados de la sanidad española están pensando en dejar su profesión. Primero luchando en primera línea prácticamente en pelota picada, una vez superado el confinamiento llegan las sucesivas olas, y cuando por fin llegan las vacunas nos encontramos con los visionarios que se niegan a vacunarse, y sigue la marejada, los y las majaretas, y otra ola, más hospitalizaciones, más muertes, y es que no es solo eso. ¿Alguna vez se pararon a pensar en las personas que tienen enfermedades graves, crónicas o necesitan un tratamiento en medio de toda esta vorágine? ¿Se dan cuenta de que no están pudiendo atenderles como es debido? ¿De verdad que no pueden mostrar ni un mísero ápice de respeto hacia ellas?... pues a la vista está que no, solo saben eructar chuminadas y apurarse para vacunarse si les exigen el pasaporte covid, porque, ante todo, lo más importante del mundo, al menos en España, es visitar a diario el bar, la cafetería o el restaurante, que sí, que está muy bien, pero si no se embriagaran antes de adoptar actitudes tan insolidarias y patéticas nos iría a todos mucho mejor.
La Sanidad española es excesivamente tolerante con esta reala, y mi parecer respecto a esta banda es compartido por todo aquel con quien lo comento. No tenemos por qué ser condescendientes hacia estas personas, y si no están dispuestas a vacunarse, la hospitalización no debería salirles gratuita, porque si les ofreces una vacuna y la desprecian, yo creo que darles cobijo después de enfermar es tanto como trasplantar cinco veces a una persona enferma del riñón porque esta se empeñe en beber hasta morirse.
Ya está bien, hombre, ya está bien, un poco de respeto, de empatía, de solidaridad, que vamos camino del segundo año y seguimos abusando de quienes ya deberían estar más que hartos de tanto charlatán, tanto descerebrado. Sean consecuentes con sus actos, y si no quieren prevenir, no esperen ni se agolpen ocupando las camas que corresponden a quienes accidentalmente pueden necesitarlas, ustedes ya decidieron, y dado que desconfían, encomiéndense a quienes les inculcaron tanta desconfianza.
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