Tamayazo II y los 40 segundos del esperpento
El 30 de junio de 2003 en la Asamblea de Madrid se escenificó lo más deleznable de la política y la certificación de la concepción del poder que tiene la derecha en España, la patrimonialización del mismo. Todo lo que no sea gobernar bajo sus siglas es una anomalía, un sacrilegio, por ello están dispuestos a cualquier cosa por demostrarse a sí mismos y a los demás que el poder es suyo. El PSOE había ganado las elecciones autonómicas y negociado con IU la formación de un gobierno de izquierdas. Todo estaba preparado para que los diputados de la Asamblea de Madrid democráticamente eligieran el nuevo gobierno. En el último minuto saltó la sorpresa, dos diputados socialistas (Eduardo Tamayo y Teresa Sáez) votaron "no", rompiendo la disciplina de su partido y provocando un cisma en el seno del PSOE. Todo se había llevado en el más absoluto secreto, nadie sospechaba nada. Nadie conocía las negociaciones que los dirigentes del PP madrileño mantenían con los dos mercenarios de la política. Hasta hoy nadie conoce la cuantía de la traición, solo nos ha quedado el patético "no a todo" de la diputada mercenaria Teresa Sáez. Cuatro meses más tarde, se repitieron las elecciones y ganó el PP de Esperanza Aguirre. Desde entonces el PP gobierna la comunidad autónoma más rica de España, envuelta en los más grandes escándalos de corrupción, que llevaron a Rajoy a sufrir la más vergonzosa salida del Gobierno mediante una moción de censura. La política española recuperó, momentáneamente, la dignidad.
Casi veinte años más tarde se ha vuelto a repetir la jugada. Esta vez no se trataba de elegir un nuevo gobierno sino de aprobar una de las leyes más emblemáticas del Gobierno de coalición, la reforma laboral pactada y trabajada durante nueve meses por empresarios, sindicatos y Gobierno. El PP no podía permitir que Sánchez se saliera con la suya, después de constatar su debilidad parlamentaria ante la negativa de catalanes y vascos para apoyarle (ERC y PNV) y la desesperada carrera del Gobierno por buscar el apoyo en otras fuerzas políticas minoritarias. Tenía el "sí" (sorprendente) del partido Unión del Pueblo Navarro (dos diputados), tradicional aliado del PP en Navarra. Su presidente había pactado con Sánchez que sus diputados votarían a favor, pero en el último minuto estos cambiaron el voto. Todo se había llevado en el más absoluto secreto, igual que hace diecinueve años en la Asamblea de Madrid.
En la frenética jornada del día 3 de febrero se destaparon todas las caretas, falta por saber la cuantía de la mordida.
Las miradas cómplices de Vox/PP en el hemiciclo con los diputados tránsfugas de UPN cuando la presidenta del Parlamento, Meritxell Batet, por error anunció que el decreto-ley había decaído confirmaban el esperpento que se vivía en el Parlamento, en la sede de la voluntad popular. Fueron 40 segundos de euforia de los "dueños del poder" y que ponían todo blanco sobre negro, porque ellos no necesitan disimular, se mueven como peces en el agua en el fango de la corrupción. Cuarenta segundos para la historia de la infamia hasta que Meritxell Batet rectificó su error y anunció que "los servicios de la Cámara le comunicaban que el decreto-ley quedaba convalidado".
La reacción de los que, segundos antes, aplaudían a rabiar, se reían, se mofaban del banco azul, se transformó en lo de siempre: "Pucherazo", "golpe a la democracia", "gobierno bolivariano", "dictadura", acompañando de insultos personales y soeces, gracias a que uno de sus diputados se había equivocado al apretar el botón desde su casa y había votado "sí".
No sé si ha sido "justicia poética" o si Pedro Sánchez tiene "una flor en el culo". Cada uno que escoja lo que mejor define el esperpento vivido en la Cámara de los Diputados. Pero lo que sí está claro es que no se puede jugar con fuego. El Gobierno lo ha hecho, sus socios de investidura (ERC y PNV) también. La "flor en el culo" no dura toda la vida, termina marchitándose.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

