Agradecimiento a un policía nacional
Quizá por mis recuerdos de juventud, corriendo delante de los “grises”, conservaba aún una idea, un prejuicio no demasiado bueno, respecto a la Policía Nacional.
Sin embargo, acabo de vivir una experiencia en la que esa idea cambió por completo. Recientemente, el martes 1 de febrero, sufrí un pequeño accidente de tráfico, por alcance, golpeando al coche que iba por delante. Ocurrió, tras una brusca frenada de los automóviles que nos precedían, en la entrada a Gijón, desde la autopista A-2, a la altura del concesionario de la Mercedes, entre las tres y media y las cuatro de la tarde. Por suerte no hubo que lamentar ningún herido y todo el problema fue de chapa.
Tras los primeros nervios y el shock, una vez que comprobé que la conductora del coche que yo había golpeado se encontraba bien, me dispuse a escribir el parte de accidente para mi seguro. En ese momento, llegaron en moto, dos policías nacionales. Uno de ellos, el de mayor edad, comprobó, en principio, el estado de la conductora del coche golpeado, ofreciéndole todo tipo de ayuda que pudiera precisar. Después, en una actitud profesional, pero también empática, y hasta cariñosa, se dirigió a mí en un tono amable y cordial, diciéndome: “Y tú, ¿cómo estás?”, logrando emocionarme hasta las lágrimas.
Confieso que, al verlo venir, esperaba un “Buenas tardes, señora, identifíquese”, o un “Muéstreme su carné y la documentación del coche” en tono severo y distante. Por eso me emocionó tanto su actitud. Enfrente tenía a un profesional que hacía su trabajo, pero también un ser humano que se ponía en mi lugar, que trataba de ayudar y que comprendía mi nerviosismo.
Lamento no haber preguntado su nombre en aquel momento y, por ello, a través de este escrito quiero manifestar mi eterno agradecimiento por su actitud. Hechos como este, donde se ve la profesionalidad pero también la empatía y la humanidad, nos devuelven la confianza en nuestras Fuerzas de Seguridad.
¡Gracias, agente!
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