Sanidad pública en manos de favores y retrasos
Nuestros sanitarios no son prestamistas de privilegios o proteccionistas arbitrarios sobre las personas, que tengan que aplicar autoridad, poder o influencia sobre los pacientes. Son profesionales muy respetados al servicio de los enfermos y familiares. Todo eso se puede confundir por ambas partes, pero existiendo respeto, todos sabrán el lugar que les corresponde.
No es posible que ahora para ser atendido en tiempo y forma, se necesite de la amabilidad, la amistad o el afecto de los sanitarios. El paciente que no tiene esos afectos se quedará postergado en el tiempo para consultas, pruebas, ingresos y atención adecuada. Todos lo sabemos, todos callamos, todos los usamos.
Ese proceder, está convirtiendo los hospitales públicos en harenes de influencia. Dios te libre de no tener padrinos, o ser una persona influyente a la hora de necesitar ser atendido a tiempo por un especialista. Es cierto, hay especialidades que, a pesar de la cantidad de trabajo y pacientes, funcionan infinitamente mejor que el resto, el ejemplo es digestivo. Quizás tenga algo que ver las asociaciones de enfermos que en su día apretaron fuerte para no esperar días en ser atendidos, también los profesionales al frente.
Hay especialidades que tienen listas de espera de años y meses, sabedores que incluso días es mucho esperar para enfermos con dolores, vértigos, depresiones... el mal puede convertirse en un martirio o irreparable para quien lo padece. Por eso debemos estar en contra de ese "buen" profesional que justifica el retardo de la atención por estar desbordado de pacientes y sin embargo sabemos que por amistad atiende de inmediato. También si vienen de su consulta privada se les abre la alfombra roja por toda la sanidad privada.
Imaginen una persona con vértigo un día sí y otro también, llama al especialista y le responde que le citará y le llamarán, esperar días es un riesgo; esperar meses, de juzgado de guardia. Así podríamos enumerar patologías múltiples, todas con ese mismo problema, la atención a destiempo.
La sanidad pública necesita de consejeros valientes, que dispongan de dirección y gestión en condiciones. Todo está corrompido, la pachorra campa por los recintos. Ahora con la pandemia todo se agravó. No puede convertirse la sanidad pública en un desastre a la vista de todos, todos debemos defender la atención a tiempo, ya que, si para ser atendidos debemos acudir a la privada, mejor cerramos el chiringuito.
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