¿Por qué se muere tanta gente de infarto?
Es bien sabido la existencia de varios factores que influyen en ello: fumar, llevar una vida sedentaria, alimentación inadecuada, uso abusivo del alcohol... pero yo, que a mis años siempre quiero seguir aprendiendo cosas, tengo la inmensa suerte de conversar con personas que me aportan sabiduría –“con los que no te aportan nada no merece la pena perder el tiempo”–, entre las que destaca un médico, amigo, que me ha explicado que también se mueren de infarto aquellos que sufren acoso psicológico, desprecios, envidias, etcétera.
Tito, el buen cura de Valdesoto, por desgracia, sufría muchas de las cosas que he dicho y algunas más. El pueblo entero, y muchas personas que no son de este pueblo, le queríamos por su bondad, por pasar privaciones para que otros tuvieran lo necesario para vivir, incluso pasaba frío para que otros durmieran caliente; del mísero sueldo que cobraba como sacerdote, repartía con las familias más necesitadas sin pedirles documentación que los acreditase como tales.
Tito era un sacerdote y un hombre de corazón. Su actuar era noble y honrado, a pesar de las dificultades que le presentaron personas que deberían haber colaborado con su labor sacerdotal y humanitaria.
Tito se nos ha ido dejando un vacío imposible de llenar. Dios necesitaba un ángel en el cielo para extender la bondad por esta tierra nuestra y se lo ha llevado.
Le tengo mucho cariño a su hermana M. José, presidenta de la Asociación de Amas de Casa de Pola de Siero, de la que soy socia. Quiero mandarles a ella y a toda su familia un mensaje de ánimo, fuerza y valor, recordando que tienen un ángel guardián en el cielo que los protegerá siempre.
Cuando escribo esta y anteriores cartas, que ya me han sido publicadas, lo hago en nombre de la verdad y deseo que todo el mundo, tanto de Valdesoto como de toda Asturias, pueda leer esta misiva.
Agradecer a LA NUEVA ESPAÑA, diario que leemos en mi casa desde hace más de 50 años, la difusión de esta carta.
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