Informes menospreciados
Los informes al Club de Roma alertan sobre la realidad de este mundo que habitamos. Son informes a los que nunca se les ha sabido dar respuesta porque seguimos haciendo lo mismo pero: más rápido, más alto, más fuerte, y pasando olímpicamente de ellos. Los títulos de los informes ya nos dan idea de su advertencia: “Los límites del crecimiento” (1972) o la exigencia de responder al hecho de haber sobrepasado el pico del petróleo y del gas; “Microelectrónica y sociedad” (1982) o la necesidad de responder a la robotización y la amortización de puestos de trabajo; “La primera revolución global” (1992) o dónde deberían hacerse cambios para tener la capacidad de gobernar y de disponer de un gobierno del mundo, para conseguir: alimentación garantizada; medio ambiente global; crecimiento demográfico y migraciones (vivienda, salud, empleo); valores y religiones, y un crecimiento económico equitativo y mundial. Ya en el siglo XXI nos llegan los informes: “El futuro de las personas con discapacidad en el mundo” (2003) o cómo dar respuesta a las nuevas exigencias de un desarrollo humano solidario, y “2052: Un pronóstico global para los próximos cuarenta años” (2021) o cómo ya solo queda mitigar el cambio climático: sus catastróficas causas y consecuencias.
“Pero los mecanismos del mercado no pueden habérselas por sí solos con problemas mundiales que requieren una aproximación estratégica a largo plazo o implican cuestiones de distribución. No pueden resolver por sí solos problemas relacionados con la energía, el medio ambiente, la investigación básica o la equidad” (“La primera revolución global”, página 35), y yo añadiría los relacionados con la alimentación. ¿Cómo entonces pretende el mundo realizar la Agenda 2030, aprobada por la ONU en 2015 y en la que se establecieron 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), si el mundo se rige por mecanismos incapaces de conseguir una aproximación estratégica a largo plazo? Siempre estamos confiando en que ciencia y tecnología responderán, pero eso es como incendiar la casa confiando en los bomberos la apaguen. Agotados los recursos, supervivientes humanos harán prospecciones en los basureros (ya se hacen) y los basureros del reciclaje serán un negocio, por lo que se montarán industrias de reciclaje de aerogeneradores y cosas así en los lugares donde no se fabrican (como puede ocurrir en Asturias). Es incongruente pretender ODS sin justicia social. En definitiva, nunca habrá ODS si no hacemos cambios en nuestra conducta económica, pues el primer ODS es poner fin a la pobreza y el segundo es hambre cero. Aunque, si seguimos haciendo lo mismo, nada va a cambiar: todos estos informes seguirán siendo menospreciados. Mientras, otros informes hacen reaccionar a los políticos con amenazas de guerra: todo un desastre humano por y para menospreciar los informes de la paz y de la salvación humanas: todo un círculo vicioso.
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