A los ovetenses, ambulatorio de La Lila y HUCA
El día 3-2-2022, a las 20 horas, iba corriendo por la calle Uría para coger el tren. A la altura de El Corte Inglés tropecé y caí en plancha. La calle estaba llena de personas... Bueno, dejémoslo en seres vivos de dos patas. Quedé extendida en el suelo. Una de mis manos tocó los zapatos de una señora (la recuerdo con un abrigo de pieles y pelo de peluquería). Ella y su acompañante me rodearon y siguieron su camino. Lo mismo hicieron el resto de viandantes, nadie me preguntó si necesitaba ayuda o si estaba bien. No se me olvida ese momento: yo intentando malincorporarme mientras ¿gente? me miraba sin verme.
Con fuertes dolores, un brazo colgando, hombro metido hacia el pecho y el brazo indemne sujetando al herido, fui caminando lentamente para el ambulatorio de La Lila.
Llegué temblando, respirando como una parturienta y sudando en frío. Me tomaron nota y mandaron que me sentase. Intenté hacerlo, pero no pude de dolores. Me apoyé en una columna enfrente de la ventanilla de atención de urgencias de La Lila, pero me sentía a punto de desmayar. Les pregunté si tardarían mucho en atenderme. Me contestaron que tenía que esperar mi turno. Ni la señora que me cogió los datos, ni la otra auxiliar, ni el guardia de seguridad que estaban sentados tras la ventanilla riéndose de sus cosas me indicaron que podía tumbarme en la camilla que había en el pasillo. Cuando, por fin, me atendieron, la doctora, tras contarle la caída y lo que me dolía y que no podía mover, me comunicó que tenía que ir al HUCA. Le pregunté cómo y me dijo que si no podía ir en taxi. Llorando y temblando le contesté que no podía sentarme. “Bueno, anda, te llamaré a una ambulancia, pero...”, y me miró con cara de fastidio.
Lo contado hasta aquí no puedo olvidarlo, más que por el dolor físico del brazo roto, por el psíquico hecho por la inexistencia de ayuda o el mal trato recibido por viandantes de Oviedo de la calle Uría y el servicio de urgencias de La Lila el 3 de este mes entre las 20 y 21 horas. Pero tampoco se me va de la mente la atención recibida por el personal de la ambulancia, urgencias del HUCA, enfermeras/os, auxiliares, celadores, limpiadores de la unidad de hospitalización de traumatología (4.ª planta, habitaciones desde B423 a B440). Para estos últimos no tengo suficientes palabras de agradecimiento. De allí salí conmovida porque, a pesar de que el escaso personal no daba abasto para atender a los hospitalizados, entraban en las habitaciones con sonrisa, bromeando y disposición. Mil gracias de corazón a todos ellos.
A los transeúntes que no me socorrieron y a los que estaban trabajando en urgencias de La Lila el día 3, una simple pregunta: ¿cómo les gustaría que les tratasen si los accidentados hubieran sido ustedes?
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