No todo lo veo tan gris
Hace aún muy poco leía con preocupación lo que cierto autor escribía sobre la crisis sanitaria la política, y sus devastadores daños, así como de las dificultades de afrontrarlos. Estoy de acuerdo en eso, y me temo que lo estemos casi todos. En que nuestras sociedades tienen que cambiar muchas cosas. También, como el mismo autor, yo dudé y me pregunté en qué sentido y de qué modo lo podremos hacer. Distingue el autor muy bien entre naturaleza, que bien sabemos que es lo heredado, y la cultura, que es lo que nos han ensenado y hemos aprendido. El autor terminaba su artículo un tanto pesimista: "Qué difícil es cambiar la sociedad, qué insuficiente es saber hoy qué hacer".
Por mi parte, pienso que, en primer lugar, está bien saber cuáles son los valores prioritarios de nuestra cultura a salvar, como él hace. Sin olvidar nunca que quienes hacemos la historia humana somos los hombres. Son los hombres y las mujeres quienes hacen su propia historia humana. No hablemos con superficialidad de Humanidad, sino de los hombres y mujeres. Sería bueno recordar aquí lo que ciertas filosofías bien humanas dicen cuando hablan de que el mundo humano empieza por una conversión interior. Y no lo convendría olvidar. Pues, cuando esto afirman, no están pensando en intimidades, sino en todos los hombres y mujeres que se hacen este problema.
No descartemos que hay hombres y mujeres que, al pensar en los demás, no sólo no ponen límites al sacrificio ni a al pagarlo con serios riesgos. El autor del artículo lo termina un tanto pesimista: es difícil cambiar la sociedad, qué insuficiente es saber hoy qué hacer. Y, sin embargo, no lo ven tan negro tantas personas que mantienen viva una esperanza activa y una actitud y trabajo sanadores. No dudo que una sencilla y frecuente preocupación por lo que se hace, por ejemplo, en nuestros hospitales, nos pueda humanizar un poco a todos. Tan buenos compromisos deben alentarnos.
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