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La soberanía energética de España es una necesidad, no un cuento

14 de Febrero del 2022 - Rosa Domínguez de Posada

Cualquier persona que vea un telediario o escuche un informativo de radio sentirá algún estremecimiento profundo ante las noticias incesantes del conflicto de Ucrania que sacude a aquel pueblo y amenaza a toda Europa. Si toda guerra es una tragedia humana estremecedora para los países contendientes, las consecuencias del conflicto adquieren dimensiones sociales no menos inquietantes para todo el mundo. Una de sus consecuencias es la posibilidad de que los españoles nos quedemos sin fuentes de energía para atender nuestras necesidades y que el precio de esta energía se siga disparando aún más de lo que viene sucediendo por culpa de la política “ecolojeta” del Gobierno actual.

Sumario: Las consecuencias de la renuncia al carbón

Destacado: España sacrificó y perdió su soberanía energética, porque ya no dependemos de nosotros mismos cada vez que se produzca una crisis como la que se está gestando

Inevitablemente resucitan en mi mente los recuerdos de mis intervenciones parlamentarias en el Senado para defender uno de los principios políticos en los que creímos quienes compartimos durante tantos años las mismas ideas y los mismos programas: la defensa de la soberanía energética de España. Siempre pensé que la política municipal, regional o nacional consiste en anticiparse a los problemas para facilitar sus soluciones. Por eso proclamé con convicción en un debate celebrado hace más de tres años en la Cámara Alta que “la renuncia al carbón, nuestro único combustible fósil autóctono, supone sacrificar nuestra soberanía energética”. Con mi voto asturiano también expresaba mi coincidencia con los mismos principios defendidos por otros compañeros, como el presidente de Castilla y León Juan Vicente Herrera, que llevaba años levantando su voz para defender la soberanía energética de España y el empleo en su tierra. El tiempo nos está dando la razón mucho antes de lo que yo misma imaginaba. Los cierres de las centrales térmicas asturianas y leonesas, entre otras, eran un gravísimo error estratégico que tendría funestas consecuencias mientras España no tuviera aseguradas fuentes de producción de energía propias y seguras, alternativas al carbón.

El Gobierno socialista que unos años antes ya había liderado en la UE el cierre anticipado de la minería del carbón en España, y mandó al paro a miles de trabajadores en las cuencas central y occidental de Asturias, pudo haber elegido otro camino para luchar contra la descarbonización del planeta, pero eligió el camino fácil de la demagogia verde: cerrar minas y centrales térmicas de carbón sin haber previsto la alternativa y, por tanto, creando paro y dejando a España sin carbón, la única fuente de energía propia capaz de hacer frente a una crisis internacional de suministros. Por culpa de esa decisión política demagógica e irresponsable, España sacrificó y perdió su soberanía energética, porque ya no dependemos de nosotros mismos cada vez que se produzca una crisis como la que se está gestando. La consecuencia es que hoy los españoles vivimos tiempos de angustia cuyos responsables tienen nombres y siglas conocidas.

La crisis ya está servida en Ucrania. Rusia puede dejar de enviar gas a Europa, sin que los españoles podamos defendernos porque no somos independiente energéticamente para decidir. Temblamos ante el temor de ver cómo sigue subiendo el precio del butano, del gasoil, de la electricidad y, Dios no lo quiera, cómo podríamos quedarnos sin gas y electricidad en nuestros hogares, empresas y centrales térmicas, ni para calentarnos en casa en pleno invierno. Y recordando lo que hicimos para tratar de evitarlo, ronda una y otra vez por mi cabeza la idea de que la soberanía energética de España no es un cuento: es una necesidad.

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