La verdad sobre el Rif
Es de obligado cumplimiento destacar cómo ha quedado relegada y en continuado olvido la histórica labor desarrollada por España en el norte de África (Marruecos) en su acción de Protectorado. Ya entrada la segunda mitad del siglo XIX, Marruecos se mantenía en un pleno aislamiento, pero su privilegiada situación geográfica no podía pasar desapercibida a los egoístas intereses de ciertas naciones europeas. Francia había conquistado Argelia en 1831 y había establecido en 1881 el Protectorado en Túnez, y ahora, pretendía llevar sus aspiraciones expansionistas a Marruecos. Inglaterra también estaba interesada en pisar tierras norteafricanas en pro de su importante comercio marítimo. Italia, Alemania, Bélgica, entre otras, pretendían igualmente intervenir movidas por iguales intereses. España no podía quedar ociosa a las pretensiones egoístas de las citadas naciones europeas.
A principios del siglo pasado (XX), España tenía bajo su control en la costa del norte africano dos plazas de soberanía: Melilla y Ceuta, y también ejercía su dominio en el Peñón de Vélez de la Gomera, Alhucemas y las islas Chafarinas. La cordillera del Rif estuvo integrada, casi en su totalidad, en lo que fue el Protectorado Español en Marruecos y sus pobladores, rifeños, en esos principios del siglo XX, vivían en la más extrema pobreza y miseria, atacados por enfermedades de todo tipo que asolaban los poblados produciendo una gran mortandad. La sarna cubría cabeza y extremidades en la mayoría de ellos por la falta de higiene. La educación de los niños rifeños era sumamente práctica, basada en la realidad de una vida mísera y extremadamente dura. Los niños rifeños eran introducidos en los quehaceres de los adultos tan pronto como pudiesen encajar en los moldes de una difícil supervivencia. El rifeño era “bueno” si era fuerte o era “malo” si era débil. Los jóvenes tenían que ser bravos, pero sumamente prudentes. El poder personal era la meta a conseguir, fuese mediante la astucia o por medio de la fuerza si fuese necesario. Se les inculcaba el odio a los invasores extranjeros de sus tierras y a aquellos que su familia odiaban por considerarlos enemigos. Aplicaban con ferocidad la ley de los bereberes llamada “urf”, vida por vida, ojo por ojo, nariz por nariz, oreja por oreja, diente por diente.
En esas circunstancias y cuando en el último cuarto del siglo XIX la plaza de Melilla inició su proyecto de expansión, dentro de los límites acordados con Marruecos, con la construcción de nuevas barriadas, construcción de un parque y en proyecto la construcción de un puerto, entre otros, favoreció que muchos indígenas de las cabilas limítrofes con la plaza pudiesen trabajar en las obras iniciadas y empezasen a aprender de los oficiales españoles la técnica del trabajo en sus diversas especialidades. E incluso mujeres rifeñas llevaban productos variados de sus huertas para su venta y de los que aprovechaban su compra los españoles que residían en la plaza española. Muchas de ellas empezaron a trabajar en las casas de los residentes en la plaza y también en los hoteles y pensiones existentes. El día 2 de octubre de 1893 se produjo un enfrentamiento por motivos religiosos entre indígenas vecinos de las cabilas próximas y las tropas españolas dando lugar a la conocida como “Guerra de 1893 o Guerra de Margallo” porque se produjo la muerte del gobernador de la plaza general Juan García Margallo. La guerra terminó en los primeros meses del año siguiente con la firma por ambas partes del “Tratado de Marraquech”. De nuevo se reanudaron los trabajos en la plaza española interrumpidos por la guerra y los rifeños pudieron volver a sus puestos de trabajo.
En 1895 subió al trono el sultán Mulay Abd el Aziz, un joven de 20 años inteligente, cautivador y de buenas intenciones, pero carente de personalidad. Las cabilas, que no admitían su autoridad política y solo le reconocían autoridad religiosa, formaban el “Belad as Siba (territorio disidente)” y los que reconocían su autoridad formaban el “belad as Maghzen (territorio controlado por el gobierno marroquí)”. En 1902 estalló por el Oriente una revuelta capitaneada por Jilali ibn Muhammad el Yusfi er Zardoni, conocido como el “Roghi”, que con sus seguidores venció a las tropas del sultán reinante (“mehal-las”) llegando a dominar las cabilas existentes entre la frontera argelina y Fez, estableciendo su cuartel general en la alcazaba de Zeluán pero manteniendo buenas relaciones con las autoridades de Melilla. En la zona occidental (región montañosa de Yabala) campaba a sus anchas Mulay Ahmad ibn Muhammad er Raisuni el Edrisí er Hasaní, conocido como el “Raisuni”, quien destacaba por su crueldad y actos vandálicos manteniendo aterrorizadas a las cabilas que dominaba y enfrentado a las tropas españolas.
Dada esa situación de anarquía en Marruecos, en 1902 el ministro de Asuntos Exteriores francés, M. Théophile Delcassé, propuso a su homólogo español, Fernando de León y Castillo, ejercer una acción de protectorado en el “imperio xerifiano” (sultán descendiente de Mahoma) de tal forma que a España le correspondiese un 70% del territorio, aproximadamente, y el resto a Francia. Por una serie de circunstancias, España se negó y continuó con la labor emprendida en Melilla y Ceuta de engrandecer ambas ciudades dentro de los límites establecidos. La postura tomada por España llevó al ‘Tratado anglo-francés de 1904” por el que Inglaterra podía operar libremente en Egipto y Francia en Marruecos. El Gobierno español alarmado por el citado acuerdo mantuvo conversaciones con el francés y acordaron dar forma al ‘Tratado franco-español de 6 de octubre de 1904” en el que quedaba bastante reducido el territorio que le correspondería a España. Tratado que quedó guardado en un cajón ministerial y no se firmó hasta años más tarde. En 1906, a petición de Alemania, se celebró la “Conferencia de Algeciras” desde primeros de enero a primeros de abril de ese mismo año. Estuvieron presentes todas las naciones europeas a excepción de Suecia y Noruega, una delegación de Estados unidos, una delegación de Rusia y por supuesto una delegación de Marruecos. Estuvo presidida por el ministro de Asuntos Exteriores español. El acuerdo final fue “que Francia y España quedaban autorizadas como naciones privilegiadas a ayudar al sultán reinante en el campo de la pacificación de las cabilas, en la organización del territorio, el control de aduanas, entre otros”.
España se encontró con el problema de que todo el Rif estaba dentro del “Belad as Siba” no admitiendo la autoridad del sultán reinante, Mulay Abd el Aziz. Por lo acordado en esa conferencia, España creó la “policía indígena”, bajo el mando de suboficiales y oficiales españoles. Su misión consistiría en llevar a cabo una acción política en las cabilas del Rif con el objeto atraerlas a la autoridad del sultán reinante, interviniendo seguidamente las tropas y los servicios prestados por España para la seguridad, la organización territorial, la enseñanza y, principalmente, en la sanidad. En el mes de julio de 1907, el “Roghi”, cabecilla que dominaba todas las cabilas del noreste, zona oriental del Protectorado español, otorgó un arriendo de 99 años a las compañías mineras Compañía Española de Minas del Rif y Sociedad Minera del Norte Africano para la explotación de minerales de hierro y plomo, respectivamente, en la cabila de Beni bu Ifrur, autorizando también la construcción de sendos ferrocarriles desde las explotaciones hasta el puerto de Melilla para su embarque. Fueron miles los rifeños los que durante el tiempo que duró la presencia española en sus tierras trabajaron en esas explotaciones mineras y en otras que llegaron después (Sociedad Anónima Minera Setolazar y Sociedad Anónima Minera la Alicantina) y fueron muchos los pequeños comercios y otros servicios los que se instalaron alrededor de estas importantes empresas mineras. España aumentó su acción protectora enviando técnicos y especialistas para que realizasen un estudio pormenorizado en el campo de la minería, de la agricultura, de la industria, de la pesca, de los servicios más necesarios, para intentar cubrir las necesidades más perentorias. Se empezaron a construir poblados de mayor o menor importancia que con el paso del tiempo se convirtieron en villas y ciudades modernas con una avenida central y bloques de viviendas perfectamente cuadriculadas a derecha e izquierda de la avenida. Cabe nombrar Nador, Zeluán, Dar Dríus, Monte Arruit, Larache, Tetuán, Alcazarquivir, entre otras. Se crearon el Cuerpo de Intervenciones y la Compañía Española de Colonización, que realizaron magníficamente sus respectivos cometidos. Se construyeron escuelas, hospitales, dispensarios. Entre otros servicios.
En el mes de enero de 1908 el sultán Mulay Abd el Aziz fue sustituido por su hermano Mulay Hafid mediante un golpe de Estado. En el mes julio de 1909 unos obreros españoles y rifeños que estaban construyendo un puente para el ferrocarril de las minas fueron atacados por un grupo de “rifeños rebeldes” produciéndose varios muertos y heridos. El Ejército español reaccionó, dando lugar a la “Guerra de 1909 o Guerra del 9”. Después de una serie de sangrientos combates, el conflicto acabó a finales de noviembre de ese mismo año con la sumisión de los caídes rebeldes. En 1911 se creó el Cuerpo de Regulares y de nuevo en agosto de ese mismo año se recrudecieron los combates dando lugar a la conocida “Guerra del Kert” (río), hasta donde habían llegado las tropas en españolas en su labor de pacificación de las cabilas rebeldes, terminando el conflicto en los últimos días del mes de mayo de 1912. En esa fecha, el nuevo sultán era Mulay Yussuf (bisabuelo del actual monarca Muhammad VI). En noviembre de ese mismo año firmaron España y Francia el “Tratado de Madrid”, copia del “Tratado franco-español de 1904”, pero disminuyendo de nuevo la extensión el territorio que debería controlar España en su zona de Protectorado. A partir de esas fechas se inició una fuerte acción política y social por parte de España en su zona corriendo toda una época en la que le correspondió ejercer una misión puramente orientadora y de tutela cargada de dramáticos aconteceres.
En 1920 se creó el Tercio de Extranjeros (La Legión). En junio de 1921 las tropas españolas habían alcanzado la margen derecha del “ouad Amakrane” (río Amekrán para los españoles) en la cabila de Beni Ulixek. En ese mismo mes se produjo el levantamiento de las cabillas del Rif central capitaneadas por el “kabir ra’is” (gran caudillo) Muhammad ibn And el Krim al Khattabi llegándose a producir el “Desastre de Annual”, sobradamente conocido. Solamente recordar el comportamiento cobarde y traicionero de los “rifeños rebeldes” con los soldados españoles defensores de las posiciones de Zeluán y Monte Arruit, que después de llevar asediados varios días firmaron un acuerdo con los cabecillas más destacados para entregar las armas y ser conducidos sanos y salvos hasta donde se encontraban las tropas españolas. Cuando desarmados abandonaron esas posiciones, empezaron a ser acribillados a balazos por cientos y cientos de rifeños que les esperaban escondidos causando una mortandad terrible y realizando crueles mutilaciones sobre sus cuerpos heridos o muertos. En Zeluán, fueron unos 500 los caídos y en Monte Arruit entre 2.800 a 3.000. El Ejército español se lanzó a la conquista del territorio perdido y entre los meses de mayo y julio de 1927 España consideraba haber conseguido la pacificación total de su zona de Protectorado.
Hace unos días apareció en la prensa una información en la que un grupo de indocumentados e incultos políticos de un determinado partido ha propuesto que España indemnice a Marruecos por las guerras del Rif. Al hablar, unas babas rencorosas salieron de su boca con el único propósito de dañar la gran Historia de España. Para ellos solo cabe el desprecio y el repudio de los españoles de bien. Desde esta bendita tierra asturiana y cuando las canas cubren mi cabeza y mi cuerpo flaquea por el peso de los años sobre mis hombres, quiero recordar a los miles y miles de jóvenes españoles que regaron con su sangre generosa aquellas lejanas tierras en el cumplimiento de su deber para con la patria. Tierras que me vieron nacer y en las que pasé treinta años de mi vida. Fueron cientos y cientos las familias españolas que se asentaron en aquel territorio norteafricano al amparo de la paz que reinaba en el Protectorado Español en Marruecos. Entre ellos mis padres. (Practicante de la explotación minera de Setolazar de la Compañía Española de Minas del Rif). Y que son muchos los españoles que yacen enterrados en los pequeños y olvidados cementerios diseminados por todo el territorio del norte rifeño y que dedicaron gran parte de su vida en una acción callada y sacrificada de trabajo sirviendo de ejemplo a los pobladores de la cordillera del Rif que tan necesitados estaban de recibir ayuda. A todos ellos mi recuerdo, mi reconocimiento y mi cariño. ¡Viva Asturias! y ¡Viva España!
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