No basta con un hervor, Pablo
Pablo Casado y su cúpula han abierto la espita y Ayuso, después de comprobar que no le habían metido droga en el maletero, ha puesto el fuego para producir la gran explosión del Partido Popular. No me lo creía, tuve que ir y mirar varias veces mi botella de Baileys para ver lo que estaba tomando.
Abierta la caja de Pandora, todos los males del mundo han caído sobre Génova 13, de la que, a punto ya de trasladarse a una nueva sede, no quedará piedra sobre piedra que recuerde las tropelías del PP.
Esperaba que la obsolescencia programada del cerebro de Casado le hubiera llegado hasta la madurez, pero se ha adelantado. Lo siento, Pablo, es evidente que has perdido el cerebro, y hay una palabra para definir la tragedia que... bueno, empieza por “des”.
Dadas las circunstancias, aunque esta trama tiene muchas aristas, incógnitas y finales impredecibles aún por dilucidar y algunas certezas (regalazo a Vox y eternizar a Sánchez en la Moncloa), no deja de ser este un momento óptimo para recuperar cuentas pendientes, próximas al olvido.
La más importante de todas: una relación exhaustiva de beneficios millonarios y beneficiarios sin escrúpulos, legión de cleptómanos y parásitos criminales que, amparados en los “procedimientos de urgencia” del estado de excepción, han aprovechado (con el “beneplácito” del poder) para esquilmar con contratos fraudulentos y opacos sin justificar al resto de ciudadanos.
En este momento, políticos y muchos familiares, amigos, novios o amantes de políticos quizá prefieran, después de la espita de Casado, lanzar un esputo desesperado y alistarse como mercenarios en Ucrania, por la que pueda caer.
Porque, no nos engañemos, a este bendito país, rey de la picaresca mundial, donde todo el que puede se lucra, le importa un pito que el hermano de Ayuso (por cierto, agente comercial en el sector sanitario durante décadas) haya cobrado una comisión de 300.000 euros por las mascarillas (ya previnimos sobre sus nocivos efectos secundarios), lo que no le perdonan es el mal ejemplo de haberlo declarado a Hacienda.
P.D. No tiene nada que ver con el motivo de este texto, pero me ha venido a la mente, coincidiendo con su cuarto aniversario, una frase de ese fenómeno imperdible y eterno que fue Forges, me ha hecho gracia, y quiero compartirla con usted para que, ante tanta irresponsabilidad y desatino de nuestros representantes políticos, de uno y otro lado, empiece el día con una sonrisa. Dice: “Perdone que le moleste, señor ministro, pero colecciono besos en la calva de eximios próceres economistas patrios. ¿Me permitiría incidir labialmente en su occipital superior?”.
Hoy, en vez de un beso, le daría una patada en el tafanario... a Casado, naturalmente.
Saludos cordiales.
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