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Ayuso, "la verdad es la verdad, dígala Agamenón o Carromero"

21 de Febrero del 2022 - Avelino Martínez González

Estamos asistiendo a la puesta de escena de un nuevo escándalo en el que trileros y aprendices de brujo pretenden distraernos haciendo que dirijamos nuestra mirada hacia el dedo y no hacia la "luna" que señala.

El humo y el ruido mediático nos velan la cuestión presentándola como si se tratara de un reprobable espionaje y de lucha por el poder en un partido político. Pero, al margen de las luchas -que haberlas seguro que las hay-, lo que realmente se evidencia es un caso -uno más- de lo que, para decirlo eufemísticamente, llamaremos presunta corrupción.

Sumario: A propósito del último escándalo del Partido Popular

Destacado: La presidenta de Madrid ha tenido que admitir que su hermano cobró una comisión por un contrato de mascarillas que su Gobierno adjudicó en abril de 2020

La presidenta de Madrid, la señora Díaz Ayuso, tras reiterados intentos de dar carpetazo al problema, ha tenido que admitir que su hermano cobró una comisión por un contrato de mascarillas que su Gobierno adjudicó en abril de 2020. El cobro fue de una cuantía no menor (pese a la oscuridad del asunto, la mordida se sitúa ya entre los 55.000 y los 280.000 euros) que fue a parar a bolsillos hermanos y amigos. Y todo ello, al albur de una pandemia que en esos momentos se estaba llevando por delante a miles de madrileños y españoles. Que el hermano sea un comisionista presuntamente ilegal, puesto que las comisiones están prohibidas en contratos que se celebren con administraciones públicas, o que se utilice como testaferro a un empresario amigo, cuya actividad nada tiene que ver con los materiales sanitarios, no parece una cuestión baladí. La presidenta madrileña venía proclamando a los cuatro vientos que "las comisiones eran perfectamente legales" hasta que, como ha señalado un experto catedrático universitario, sus asesores jurídicos le advirtieron de la ilegalidad de tales comisiones, y desde entonces ha pasado a hablar de gestiones. Estamos, pues, ante un asunto feo, de indefendible conducta ética y de más que dudosa ejemplaridad jurídica.

Frente a estos hechos, a los corifeos de la presidenta solo se les ha ocurrido manifestarse en la calle Génova al grito fuenteovejuno de "todos somos Tomás Ayuso" (entiéndase la traslatio de los gritos allí escuchados). Su adhesión inquebrantable a la lideresa y su lealtad a la familia parecen evidentes. A estos manifestantes parece importarles poco su falta de lealtad hacia su propio partido o hacia aquellos que hicieron posible que llegara a la Presidencia a pesar de haber perdido las elecciones. Se olvida la deslealtad hacia los diputados de Ciudadanos que la habían hecho presidenta, a los que engaña y, con nocturnidad y alevosía, traiciona convocando unas elecciones cuando consideraba que los vientos le eran propicios para acabar con ellos y potenciar sus ambiciones y las de los que la rodean. Tampoco, en fin, parece importar la ignominia y el abandono al que se vieron sometidos miles de ancianos de las residencias de Madrid, a los que postergó en los momentos más duros de la pandemia mientras ella se había trasladado a una suite de lujo que un empresario amigo le había proporcionado a precio de saldo y no de comisionista hermano.

Estas y otras muchas evidencias de conductas no precisamente ejemplares parece que quieren que se olviden cargando en el morral de un tal Carromero (otro hijo de la "reina de las ranas y del tamayazo") que, al parecer, anduvo en pesquisas de esas conductas "non sanctas".

El victimismo de la lideresa no debe ocultar a las verdaderas víctimas. Como Mairena nos tiene dicho: "La verdad es la verdad dígala Agamenón o Carromero".

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