La Agenda, estúpidos
Hay fuerzas en la naturaleza que producen efectos inexplicables para quienes, ignorándolas, solo analizan los fenómenos que perciben en el ámbito y a la escala en que los perciben -patio de vecindad, tertulia crónicarrosera o Mecánica de Primero- dando lugar a explicaciones que pueden ir de la cazurrez del “porque sí” de lo casual al trascendentalismo fundamentalista de lo que ya “está escrito”, pasando por el consabido de fijarse en el dedo y no en lo que señala. Así, la pertinaz tendencia de las manzanas y de otros objetos a caer hacia el suelo, el tortuoso camino de un rayo, el “vuelo hipnótico” de los estorninos o la aparente desobediencia de algunas moléculas a lo que se ha dado en llamar principios de la Termodinámica pueden resultar hechos inexplicables, mágicos o milagrosos. Hasta que se da con las claves; con las reglas de los juegos.
Lo que viene sucediendo aceleradamente al irse rematando, entre enloquecido y distópico, este primer cuarto del siglo XXI (¡y lo que nos rondará, morenos!), desde lo sociopolítico a lo económico -pasando por lo cultural y lo pandémico como ámbitos instrumentales- bajo forma casuística de informes ocultados, votaciones dolosas, indignidades vergonzosas, contubernios contra natura, sintonías incomprensibles, abdicaciones cobardes, derivas increíbles y escandalosas caídas en barrena dextrolevógira, no son resultantes de carambolas entre hechos aislados o de integraciones estadísticas de voluntades individuales y actos libres. Cada vez es más evidente que, hoy [salvando episodios bélicos aparentemente exóticos que recuerdan un pasado clásico que creíamos realmente pasado], tanto estorninos como bancos de peces olvidadizos, rebaños no inmunizados y otras catervas candidatas a la estupidización mediatizada no tengamos clara conciencia de que, creyéndonos libres y autónomos, simplemente es que se nos está dejando juguetear braceando en corrientes planetarias o trotando sobre continentes a la deriva. Caso típico de composición de movimientos con resultantes predecibles.
“Es muy fáááácil cuando se entieendeeee”, que entonaría la Blasa de José Mota: Ye’l globalismu.
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