Arrepentimiento
Imaginemos que algunos románticos con poder crean el Año mundial del arrepentimiento. Y, como todos tenemos algo o mucho de lo que arrepentirnos, no nos parece una idea discriminatoria, más bien renovadora, unificadora, progresista, pacificadora, ejemplarizante y muy económica, para solucionar no solo problemas de conciencia personal y colectiva, sino para abordar con mayor garantía los problemas que amenazan la paz, la convivencia, el orden, la seguridad, la contaminación, el hambre y la vida toda en este planeta.
Sin embargo, es un sueño nada más, y lo triste es que es un sueño realizable, mientras nos dedicamos a sueños imposibles y desnaturalizados, como el de buscar vida en Marte. Con lo bien que vendría ese dinero en África, bueno... y muy pronto aquí también. ¿Por qué no arrepentirnos de estar enfermando la atmósfera que respiramos, el agua que bebemos, las plantas y los animales, y... los jóvenes que hemos criado sin disciplina moral? ¿Por qué no arrepentirnos y así tomar otros caminos más justos, mejor administrados, en las interrelaciones humanas, culturales, raciales, políticas, religiosas, económicas, sociales, etcétera?
Pues no, no nos arrepentimos, y seguirán creciendo los problemas mientras se busca vida en un planeta con una temperatura media de 50 grados bajo cero, una atmósfera del 95% de dióxido de carbono y sin agua -aunque se especula que puede haberla subterránea en algún punto-. Vale, y una vez allí, bajo la escafandra permanente, continuarán aún más agravados los problemas que la humanidad ha causado y no ha sabido resolver aquí. Así que, ¿por qué no?: “Dios... está diciendo a la humanidad que todos en todas partes se arrepientan” (Hechos 17:30). Sin arrepentimiento, nada puede volver a empezar.
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