Hablar de Cascos resulta peligroso
Hasta hace un par de meses, hablar del ex vicepresidente del Gobierno y ex ministro de Fomento era, además de beneficioso gastronómicamente, conveniente y necesario para el Partido Popular, y por ende para el futuro de Asturias. Hoy, con sólo abrir la boca aquéllos que apoyamos no ya su vuelta a la política, que era nuestra principal prioridad, sino que lo nombren candidato a las elecciones autonómicas, resulta peligroso. Peligroso no en el sentido del riesgo físico. Peligroso porque te descalifican públicamente, bien por la edad, bien por tu pasado, bien por tu presente o te cuestionan tu futuro, o si no la sinceridad de tus intenciones.
Hoy es una heroicidad, a nivel de prensa, apoyar las virtudes que innegablemente acompañan a Francisco Álvarez-Cascos, porque inmediatamente aquéllos que ya dejaron de hacerse fotos en su compañía, o lograron sus objetivos políticos, saltan como movidos por un resorte a descalificar no ya su gestión, que es modélica tanto dentro del PP como en sus cargos públicos, van más allá. Rozan la línea de lo punible jurídicamente al invadir su propia vida privada y de paso cuestionan la honradez de aquéllos que lo apoyamos.
Hoy, reitero, hablar de Cascos es irritar al alcalde de Oviedo, al cual todos, y me incluyo, apoyamos y defendimos su candidatura y su gestión al frente del Consistorio ovetense aun a riesgo de ser criticados, desde lo público a lo privado. Mencionar a Ovidio la hipotética elección de éste a ser candidato es lograr una sonrisa sarcástica de otro al que todos apoyamos no ya para que escribiera un libro, sino para ser nada más y nada menos que presidente de la Junta General del Principado (máximo honor para un asturiano), y eso se lo debe a Isidro Fernández Rozada. Al resto, es decir, aquéllos que con posterioridad –salvo excepciones– por medio de Gabino o de Ovidio se han incorporado a la vida pública, también se les hace imposible hablar libremente. Sus cargos, su miedo a perder poder público y mediático, los convierten en pusilánimes y en correveidiles de lo que ordenan los progenitores, es decir, sus mentores.
A los que tenemos cierta edad se nos cuestiona la opinión, la utilidad, la capacidad y hasta el mérito contraído. Quieren jóvenes, o más jóvenes según mi entender. Quieren renovarse por edades y no por calidades. Quieren imagen y no imaginación. En suma, hablar de Cascos resulta peligroso, pero así todo el riesgo de quienes lo apoyamos va incluido en algo que sus detractores no conocen: la lealtad.
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