Ayuso: de víctima a verdugo
El bochornoso espectáculo que nos están brindando estos días algunos dirigentes del PP ha puesto de manifiesto que la deslealtad, la traición y el arribismo forman parte indeleble de su ADN.
El caso de Ayuso y Casado es un ejemplo paradigmático de cómo esos dirigentes han pasado a gran velocidad de "nuevas generaciones "a de-generaciones nuevas." Velocidad que no parece ser la misma que la utilizada en su interminable viaje al centro. Ese que dicen haber iniciado hace más de treinta años y todavía hoy vemos cómo siguen ahí, junto a la extrema derecha.
Sumario: Sobre el escándalo en el seno del PP
Destacado: La práctica de la deslealtad ha venido siendo moneda común en su actividad, todo valía con tal de desgastar al Gobierno de España, y ahora vemos cómo son traidores hasta con los suyos
Ayuso y Casado arribaron hasta las más altas cimas de su partido sin haber dado un palo al agua en el terreno laboral o profesional. Ambos medraron amamantados en los pechos de la reina de "los ranas" y del "tamayazo". La una, llevando la cuenta del Twitter de la mascota de la condesa. El otro, consiguiendo el milagro de ver aprobadas, en unos meses, el montón de asignaturas que no había superado en varios años. Y todo ello sin pisar las aulas universitarias. Con este bagaje ahí los teníamos, dirigiendo el uno la política nacional de su partido y la otra la comunidad madrileña.
Ambos se profesaban una amistad que parecía indestructible y han terminado como en las pinturas negras de Goya ("Saturno devorando a un hijo" y "Duelo a garrotazos"). Todo por un "quítame allá esas comisiones", o "todo sea por la famiglia". Seguro que había algo más, pero eso se irá poniendo de manifiesto en las próximas fechas.
La práctica de la deslealtad ha venido siendo moneda común en su actividad. Desleales en los momentos más duros de la pandemia. Desleales a España tratando de obstaculizar los fondos que la Comunidad Europea asignó a nuestro país. Desleales a la Constitución bloqueando la renovación del Poder Judicial. Desleales con los ciudadanos, pues lo mismo les daba tratar de impedir la aprobación de la ley pactada por trabajadores y empresarios para mejorar las relaciones laborales que oponerse a que las personas más vulnerables, las del salario mínimo, pudieran verlo incrementado. Todo valía con tal de desgastar al Gobierno de España.
Y ahora vemos cómo son traidores hasta con los suyos. La que se presentaba como víctima por fundadas sospechas de corrupción se ha convertido en verdugo cruel de quien la había elevado al cargo ("a él se lo debo todo"). Los que ayer ensalzaban a su líder sin ningún rubor hoy, como nuevos brutos (¡"también vosotros, hijos míos"!), lo apuñalan y abandonan de forma vergonzante. Ese rosario de desertores nos han mostrado un ejercicio de ruindad y escarnio que resulta, cuando menos, repugnante.
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