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Para unos y para otros

27 de Febrero del 2022 - Ceferino Fernández Suárez (Illas)

Estos días de confinamiento fueron especialísimos y únicos para mí. Pues a pesar de lo que más o menos venía proyectando para mi vida y aún de lo que de ella espero, nunca me pude imaginar lo que en un inesperado instante, en la débil estrechura de la soledad de mi obligado confinamiento, llegaría a ver. Fue instante, pero casi eterno. Nunca me pude suponer tal cosa: en ese instante se expandieron sorprendentemente tal infinidad de cosas. Describir ahora me resulta totalmente inefable. Pudo ser una experiencia original y única, eso sí; pero no un simple y bello sueño, no. Fue para mí un encuentro ni esperado ni surgido de pregunta previa. Pero si de ninguna de las maneras ahora me lo callara, sería para mí una cobardía. Vamos a ver cómo me las arreglo.

¿Cómo pudo caber tal belleza y grandiosidad, tal felicidad en el pequeño mundo de mi habitación? Y como yo, para mayor gozo, parecía disfrutarlo también todos mis seres queridos. A Dios, por supuesto, no lo he visto. Ya había leído en algún santo padre que a Dios no se le puede ver. Y que nunca se le verá. Pero que, a la luz de su gloria, dicen que podrán contemplarse otra inmensidad de maravillas.

Pocos días, ya pude pasear por mi Oviedo. Este no tiene parecido alguno con el mundo de Dios. Pero Oviedo también tiene sus maravillas: su Catedral, los monumentos prerrománicos, el Campoamor, Covadonga, Gijón (siempre a su cuestas), Lastres, Cudillero y la tan hermosísima como olvidada sierra el Aramo. Para qué seguir, ¿os parece poco?

Otra tarde, ya sin tanta animación, oí a alguien comentar que a la Boterona de la Escandalera la mandaría a hacer sus necesidades por lo menos más allá del Gamoniterio. Más tarde, otros jóvenes un tanto sensatos ocultaban una copia de ese feísimo culo de junto al Campoamor a los ojos y al bellísimo rubor de la misma Gianna d'Angelo, que casi le se cae de espanto al oír al joven palurdo que presumía feliz llevando una la copia de tal feúra de figura para un bello regalo de bodas.

Para estas mis inolvidables experiencias que os he contado he de buscar ahora un lugar íntimo y permanente. Estoy obligado a ello. Olvidaré, claro, también a las atrevidillas chicas que disfrutaban moviendo con cierto erotismo su cuerpo mientras lamían las feísimas pollas que les ofrecían en una cafetería central. Mientras otros celebran, sin embargo, otras cosas.

Al cielo iremos todos. Porque allí todo es y será distinto. Aunque es verdad que no estoy del todo seguro de que con el auténtico Camino de Santiago, aunque parece que ahora guiado por algún que otro munícipe e interesado historiador visigodos de ahora algún incauto vaya a dar con él. Pero seguiremos por años con lo mismo. Son todos los caminos y el mismo mundo el que ha de cambiar. Y esto llevará siglos. Pero ,sin duda, espero que la mayoría de esta noble juventud de Oviedo ciertamente se encontrará el auténtico camino. Y entonces el sueño gozoso y libre de ese mundo será también el de toda la juventud asturiana.

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