Castillos en el aire
¡Aleluya, aleluya!, vivir para ver y para creer. A partir de esta semana, Islandia es el primer país del mundo en abandonar por completo todas las medidas de covid. Todas.
No habrá bloqueos ni restricciones sociales o de viajes, ni pruebas obligatorias de covid, ni aislamientos si te contagias, ni pasaportes, ni vacunaciones obligatorias, ninguna presión, ni discriminación o exclusión de la sociedad para los no vacunados. El Gobierno de Islandia ahora le dice a su gente que no hay nada como la inmunidad natural, y que es bueno contraer el covid.
Dios, ahora que la falsa narrativa se derrumba, urge plantear un nuevo "espectáculo", y qué mejor que uno de tauromaquia.
Imagínese una plaza desmontable y rotatoria, esta vez en Kiev, y un cartel internacional de primer nivel: el maestro de lidia americano Joe Biden, dolido por el antecedente de Crimea, frente al morlaco más creíble y bravo, el ruso Vladimir Putin, de la ganadería Lavrov (ministro de Exteriores ruso).
Ocupan el palco presidencial Volodymyr Zelensky, dirigentes títeres de la OTAN y Boris Johnson, a quien se le oyó decir: "Rusia planea en Ucrania la mayor guerra en Europa desde 1945", olvidando su propio belicismo en Irak, Siria y Yemen, o la historia de desatar la guerra contra su vecino europeo más cercano: Irlanda.
El matador, flanqueado por Antony Blinken (secretario de estado de EE UU) y su cuadrilla globalista con capotes y banderillas con los colores ucranianos, hace su entrada triunfal en la plaza y se dirige al centro, desde donde saluda a la masa crédula y esperanzada, con el pulgar hacia abajo (le han dicho que el "bicho" padece artritis reumatoide).
El miura Putin, pensando cómo reaccionaría Washington si en sus fronteras con Canadá o México comenzaran a aparecer bases militares rusas, sale cabreado de chiqueros y, previa promesa de "desmilitarización y desnazificación" de Ucrania, amenaza con empitonar al maestro Biden.
El veterano matador recibe a porta gayola y se suceden las verónicas, chicuelinas y gaoneras, transmitiendo al sufrido ciudadano que la inflación, la depresión y otras catástrofes provocadas por dos años de políticas destructivas de covid son culpa de Rusia.
A Biden se le notan las carencias, ya puestas de manifiesto en otras plazas como Siria, Irak o Afganistán, y justo cuando esperaba salir por la puerta grande, le sale una mala faena que no le da para cumplir objetivos.
Mientras, anuncian por megafonía que el acoso a Rusia con nuevas medidas y sanciones encarecerá el gas, el petróleo, el titanio, el níquel, la madera, incluso los cereales y fertilizantes.
Gritos de ¡tongo, tongo! hacen que aficionados enfurecidos deriven en trifulcas y el uso indiscriminado de armas y objetivos por parte de comandos y militares, con el resultado de destrozos, heridos y fallecidos en la población civil.
Los medios informativos subvencionados han visto otra película y se hacen eco de la tarde "triunfal" del maestro, lamentando que las malas prestaciones del morlaco Putin no hayan alcanzado para un mísero apéndice como trofeo.
Mientras, el maestro Biden, protegido por su cuadrilla globalista, abandona la plaza con una declaración de intenciones para la historia: "No vamos a la guerra en Ucrania".
¿Ya se acabó Ucrania, Joe? ¿Y aquella pandemia tan destructiva de covid, lesiones y vacunas? ¿Bye, bye, covid? ¿Qué es lo siguiente, una pandemia cibernética, una caída del mercado de valores, o quizás otras herramientas para implementar cortes de energía, aumentos de precios, apagones continuos y "caos" en la cadena de suministro? Estamos en un sinvivir, Joe, aún no estamos preparados.
Saludos cordiales.
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