Locos y cuerdos

3 de Marzo del 2022 - Mabel Sánchez Agüeria (Gijón)

No hay nada más peligroso que un loco con público. Se embriaga de su propio ego cuando nota que le escuchan y ya no hay manera de que vuelva la cordura.

No hay nada más peligroso que un tirano egocéntrico cuando se ve acorralado. Su vanidad y su orgullo no le permiten reconocer que se ha equivocado y ya no hay manera de que vuelva atrás.

No hay nada más peligroso que un mentiroso compulsivo cuando se cree sus propias mentiras. Comienza a transitar por un mundo imaginario y ya no hay manera de hacerlo salir de ahí.

No hay nada más peligroso que un psicópata con delirio persecutorio. Se encierra en pensamientos irracionales y ya no hay manera de predecir sus actos.

Pues un cóctel de todo lo anterior es lo que se esconde tras los gélidos ojos de Vladimir Putin. En este caso, y con permiso de James Bond, cóctel agitado y también mezclado.

Me parece muy bien que, en la UE, en la OTAN y en EE UU, estén trabajando a toda máquina los cerebros más sabios para diseñar una estrategia económica que le deje sin oxígeno financiero para que sea devorado por los cuervos que ha criado. Pero, en paralelo como plan B, creo que también deberían estar trabajando los mejores psiquiatras buscando cómo doblegar una mente tan enferma. Una gran parte del camino ya lo tienen hecho, puesto que se ha escrito mucho sobre otra mente igual de enferma y que le ha precedido hace 80 años. Me refiero por supuesto a Hitler. Mismo patrón, mismo proceder. Deseo con todo el corazón que no sean las mismas consecuencias. La experiencia es un grado, dicen. Pero también dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. En este caso, en la misma mente.

Putin no va a volver a la cordura, no va a reconocer que se ha equivocado ni que ha mentido. Arrasará Ucrania hasta que saquen la bandera blanca o no quede nadie para enarbolarla. Y luego, extasiado en su egolatría, creyendo ver admiración hacia su persona donde realmente hay repulsión, necesitará ir más lejos para alimentar al monstruo narcisista que se asoma a su hierática mirada.

¿Qué harán entonces la vieja Europa y la joven América? ¿Cómo se combate contra los actos totalmente impredecibles de un psicópata? El cuerdo sabe donde están los límites, el loco no. Precisamente porque aún estamos cuerdos, ninguno nos atrevemos a predecir cuándo y cómo terminará esta locura. Quizás el cuerdo tenga que pasarse al lado oscuro de la locura para luchar en igualdad de condiciones. Y quizás esa sea la ventaja del cuerdo cuando juega a estar loco...

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