¿Cómo acabar de una vez con tanta guerra?
Esta mañana debería sentirme más agradecido de lo que estoy. Me han dado por fin el alta a mi confinamiento. No sé el día exacto que es hoy. Pero esto poco ahora me importa. Pensé por un momento en soltar unos cuantos tacos contra ese mal bicho del covid. Pero me detuve al abrir mi ventana y observar la tan gris mañana caída sobre Oviedo. Sin embargo, al instante, todo me hace volar, sin obstáculo alguno, hasta Ucrania.
¿Pero pensar en el mal de otros en este momento? Pues precisamente por ello. Y el que no sea así cada vez lo entiendo menos. Mis sinapsis neurológicas parecen volverse locas. Aunque es bueno que cada uno valore lo suyo. Sin embargo, ante guerras como la de Ucrania, ¿dónde están los sentimientos y el talento humanos? Somos muchos los afortunados, por una parte. Pero ¿no podemos hacer nada por salir de estos atolladeros? Por Dios: que nuestra ceguera no impida la imposibilidad de una pronta paz. Muchas de las consecuencias ya son irremediables. Es verdad que existen millones de ultraístas; por otra parte, existen otros tantos millones de indefensos y de maltratadores. Esta mañana, he dejado a un lado el “Quijote”, para poder observar de alguna manera las razones y sinrazones de un hombre tan extraño como Job. Sigo la mar de confuso. ¿Habrá una pronta mañana nueva en la que veamos que la humanidad ha podido salir de este atolladero tan perturbador de emociones irracionales como de intereses tan injustos como peligrosos?
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