La identidad nacional
Asistimos atónitos a un cambio radical en nuestro entorno, la guerra en Ucrania ha llegado para vapulearnos, para que nuestra seguridad, muy mermada ya por la pandemia, se haga trizas ante el horror de las imágenes que recibimos, las informaciones inquietantes y las discusiones sobre el origen del conflicto. Lo cierto es que una negra amenaza se cierne sobre nosotros y evitamos pronunciar su nombre.
Vivimos inquietos y las noticias internas no ayudan a calmar la inquietud, sino que la acrecientan: subidas de precio, posible desabastecimiento de productos necesarios en determinadas industrias, la vida se nos complica un poco más si cabe. Y entre toda esta maraña de información alguien del Gobierno empieza a mencionar tímidamente el nombre de nuestra nación, de repente se habla de España, algo que oíamos poco. Reaparece la identidad nacional, la que puede hacer que numerosas personas sientan que comparten mucho. Esa identidad que poco a poco los últimos gobiernos que hemos tenido han ido fraccionando y debilitando favoreciendo desigualdades y desafecciones entre comunidades vecinas.
Es posible que la guerra en Ucrania nos haya hecho despertar del letargo en el que nos habían sumido todas las estupideces mal intencionadas con las que se nos ha bombardeado sin descanso en los últimos años, siguiendo la consigna de “divide y vencerás”.
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