Robo en el teatro la Laboral tras la ópera "Carmen"
Qué fantástico musical «El fantasma de la ópera». En este caso que me atañe, se trata de un ladrón, aunque también tiene algo de fantasma pues no ha llegado a dar la cara.
Les pongo en antecedentes: el pasado 4 de septiembre se representaba en Gijón, en el teatro de la Laboral Ciudad de la Cultura, la ópera «Carmen». Mi hermana mayor me propuso ir y aunque no soy una incondicional de este tipo de espectáculos, me decidí.
Nos liamos la manta a la cabeza, nos desprendimos de sendos 40 euros y, acompañadas de otra amiga, nos presentamos puntuales a las diez menos diez de la noche en la puerta del teatro. Aquello prometía: mucha afluencia de público VIP con invitación y, aunque en menor medida, también de los «hijos de un Dios menor» que, como nosotras, pagaron religiosamente su entrada; los entendidos hablaban muy bien del tenor y de la mezzosoprano... También del director musical... Tras cuatro actos con sus correspondientes descansos, nos dieron las 2 de la madrugada aplaudiendo de forma entusiasta y dilatada a intérpretes, extras, orquesta... Tanto fue así que yo, llegado a un punto, me quité mi anillo más preciado (con cierto valor material y mucho sentimental) que me había puesto para la ocasión, porque aunque no se lo crean, me lastimaba en la palma de la mano opuesta al aplaudir. Lo sé, ¡craso error! Al salir del teatro, llegando al aparcamiento contiguo fui consciente de que mi anillo había desaparecido. Rauda y veloz corrí de nuevo al interior del teatro, cruzándome por el camino con José Luis Moreno (productor de la actual programación cultural de la Laboral), con algún que otro político y concejal y con gente de «alto copete». Nada hacía pensar que alguien entre tanta gente selecta, y cuando menos, habiendo pagado entre 30 y 50 euros por acudir a la ópera, fuese tan miserable de apropiarse de algo ajeno y de una manera tan alevosa. Las acomodadoras, linterna en mano, revisaron conmigo la fila 14 (donde estaban nuestras butacas) sin éxito, y muy atentamente me pidieron mi número de teléfono por si el personal de limpieza al día siguiente encontraba mi anillo. Yo ya intuía que no iba a ser así. Era muy vistoso y grande, por lo que, de estar en el suelo, se hubiese visto rápidamente. Y así ha sido. A día de hoy sigo sin rastro de mi anillo.
Pues sí, señores y señoras, los ricos también roban.
Si por obra del destino, que en ocasiones es muy caprichoso, la persona que se apoderó de mi anillo de plata y cristal repara en esta carta y la lee, que no le quepa duda que le estaré eternamente agradecida si tiene la decencia y la honradez de hacérmelo llegar.
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