Una generación perdida
Se ha escrito y hablado mucho en los últimos tiempos, a raíz del acuerdo de pensiones, que es necesario fortalecer la solvencia económica del sistema público para los “baby boomers” que vendrán de aquí hasta el 2050.
No me atrevo a cuestionar las previsiones de los expertos, pero hay algo que me ronda el pensamiento desde hace tiempo: ¿qué tipo de pensión podrán tener estos jóvenes sometidos a contratos basura, salarios ridículos con largas temporadas de paro y unas cotizaciones al límite para tener derecho a una pensión mínima?
Porque el desempleo en España para los jóvenes ronda el 30%, que varía según los tramos de edad, pero ya es una generación perdida, dicen que la mejor preparada con titulaciones y formación para ser una potencia económica e industrial, que, sin embargo, destina sus universitarios a servir copas o repartir comida rápida -ambos oficios muy dignos, pero no para licenciados.
Por eso no me extraña que digan que les hemos engañado. No es nuestra responsabilidad personal, pero sí como la generación que luchó por consolidar una democracia parlamentaria que trajese prosperidad y justicia social a nuestros descendientes. Les ofrecemos lo peor del sistema capitalista: contratos basura, un futuro incierto y un mundo donde lo que prima son los valores economicistas antes que los solidarios.
Y además nuestro panorama político nacional no tiene visos de cambiar, con una derecha desmelenada contra el Gobierno sin modales y una izquierda partida y desorientada con la única referencia de un Partido Socialista que viaja entre el centro cuando gobierna y la socialdemocracia cuando pasa a la oposición. No me extraña el alejamiento del compromiso político de la juventud, pues nosotros, que creíamos que podíamos mejorar el mundo con nuestros principios ideológicos, hemos acabado con una democracia tutelada por las grandes corporaciones y una monarquía corrupta.
Lo lamentable es que “pasar” de la política hace subir los populismos demagógicos con unas consecuencias sociales y de convivencia muy peligrosas cuando gobiernen. Por ello creo que el Ejecutivo debe apostar de manera contundente por mayor justicia social: subiendo las pensiones mínimas, con ayudas económicas que lleguen a todos los vulnerables, unas tarifas energéticas asequibles para la mayoría, planes de empleo público para los desempleados, ningún menor sin cenar ni mayor que no esté atendido.
Y, desde luego, todo esto debe ir acompañado para financiarlo con una mayor presión fiscal a los que pueden y deben pagarla. De todas maneras, en las próximas elecciones va a cambiar el Gobierno. Así se barrunta.
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