Poderes y equilibrios
En estos tiempos cínicos y cíclicos, lo máximo que se puede ser es un "woke ", neologismo anglosajón que hace alusión a un activista de pancarta, subvención y vocación humanitaria, siempre atento al señalamiento, con ánimo fiscalizador casi inquisitorial, de todo lo que se oponga a lenguajes políticamente correctos, discriminaciones sociales y raciales, ecopolíticas, luchas de género, salariales y contra marginaciones de colectivos vulnerables o rechazados. Idealismo del sindicato de "moscas cajoneras". Pepitos Grillos necesarios siempre. La derecha hoy es tan plural o más que "las izquierdas" y es otro concepto en crisis.
La derecha tiende a lo anarco-capitalista (desregulación) y paradójicamente es patriotera, cuando en realidad no quiere contribuir a nada público cohesionador, universal. "La izquierda" es demagógica y libertaria en cuestiones de bragueta y ocio, pero demandante todavía, con furor, de un gran paraguas o colchón de protección estatal contra las posibles desventajas en la lucha competitiva por la vida en la sociedad-mercado, un constructo azaroso que precisa de la cooperación de todos, con atención al bienestar humano, valores ecológicos y de cohesión.
El liberalismo está muy bien, si todo el mundo pudiera disfrutar de ese mundo tan guay de la publi, que identifica la felicidad con consumo divertido, imagen exitosa y emulación de ricos, famosos y guapos. La socialdemocracia dice "corregir" las brechas sociales acuciantes.
El liberalismo es parlamentarismo, pero cuando el 85% de la población no tenía acceso al
sufragio universal, libre, igualitario y secreto. El liberalismo hoy también ha muerto de éxito, en el mundo del capitalismo de las transacciones virtuales instantáneas, lo único que se está dando es un neofeudalismo de oligarcas globales y unas sociedades muy manejadas por el miedo a la incertidumbre, del que ya hablara hace unos años el sociólogo alemán Ulrick Beck en su gran obra "La sociedad del riesgo". Filósofos políticos como Rawls, Dworkin o Sandel recogen puntos interesantes del liberalismo progresista o humanista clásico y del comunitarismo participativo, obviamente están a años luz de todo marxismo doctrinario o autoritarismo de izquierdas. Norberto Bobbio era más cercano a la socialdemocracia clásica, aliada con un liberalismo de los Derechos Humanos.
El marxismo surgió en un mundo muy distinto al nuestro, en una sociedad industrial, con carencia de representantes de una inmensa clase trabajadora sin derechos.
"La funesta dictadura del proletariado", en realidad una nomenklatura o politburó stalinista y atroz, desacreditó por siglos el experimento de "socialismo real", soviético y maoísta. Muchos análisis marxistas de la realidad, sin embargo, tienen su valor ilustrativo.
En la actualidad, solo es marxista Corea del Norte, Cuba o algún viejo represaliado.
Otra cuestión es que la teatrocracia vigente también tiende a hacer creer que las cosas se cambian solo a impulsos comodones de un clic, siendo la comunidad un enjambre ocasional y líquido de cavernas electrónicas e insularismos narcisistas, que luego dan lugar a que ignoremos lazos básicos humanos y ni siquiera nos saludemos en el ascensor o portal. Leamos a Byung Chut-Han y seamos el hijo sonriente y atento de Esperanza o de Manolo. Un tipo amable y solidario. Kant, Tocqueville, Billy Brandt y "El Principito" siguen vivos cordialmente.
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