Esperando a Godot
La primera vez que pude asistir a la representación de la obra de Samuel Beckett fue en 1973, en el teatro Juan de la Encina de Salamanca. Quince días antes había disfrutado de "Informe para una Academia", obra de teatro basada en un cuento de Franz Kafka. Las dos obras me impactaron, entre otras cosas porque en aquellos años me movía entre las aguas turbulentas del existencialismo. Yo también esperaba a Godot, con el agravante de que me sentía como el mono humanizado de Kafka, quien presentaba su informe a una academia regida por ilustres personalidades de la cultura, tras haber abandonado su condición simiesca cinco años atrás (Por mi parte, había dejado Ecuador tres años antes e intentaba descifrar las claves de lo que para mí era un nuevo mundo).
Samuel Beckett "arroja" a sus personajes a la vida sin sentido y estos quedan abandonados en un mundo donde la lógica no existe y la presencia de la muerte es una constante. Por ello Godot deviene como única esperanza. Así sus vidas cobran algo de sentido, una justificación...en definitiva, algo parecido a una meta.
En "Esperando a Godot" asistimos a lo contrario de la acción, a la inacción. Los protagonistas no saben quién es Godot, el espectador tampoco, pero asumen que es alguien que les puede solucionar la vida, sus vacías vidas, las que han vivido siempre. Les da igual cómo será Godot, lo importante es que llegue.
Recordaba la obra de Samuel Beckett, al hilo de la invasión de la Rusia de Putin sobre el pueblo de Ucrania. Desde que empezó la invasión (24 de febrero) quien más quien menos hemos opinado sobre el conflicto. Por mi parte, además de mis contactos, familiares, conocidos en España y Europa... he compartido también opinión con amigos y familiares del otro lado del Atlántico, quienes a su vez reciben información "en diferido" o de "subcontratas" informativas, dada la escasa presencia de reporteros sudamericanos en el mundo (salvo excepciones como México o Argentina), lo que impide, por ejemplo, que un boliviano pueda recibir información en directo de un conflicto en Afganistán, Cataluña o Ucrania. Lo que de alguna manera "sesga" la información y el boliviano queda a merced de personajes que se mueven de maravilla en "a río revuelto...".
Es el caso de un vídeo que me facilito un buen amigo mío, en el que una periodista entrevista nada más ni más a un "doctor", historiador, experto en temas geoestratégicos que vive en Florida, César Vidal. Por supuesto nada dice la periodista de su pasado vinculado a los medios de extrema derecha en España como "pareja de baile" de Jiménez Losantos en la COPE y Libertad Digital, desde donde lanzaba estupideces "pseudo históricas" sobre la Guerra Civil española, pretendiendo blanquear al franquismo. Hoy se encuentra en Florida, huido de la Hacienda española y desde ahí "sienta cátedra". Se ve que tiene buena audiencia porque sus diatribas son escuchadas en determinados sectores de la audiencia sudamericana y a base de medias verdades y manipulaciones de la historia ha conseguido, por ejemplo, que otro contacto mío por esas tierras dijera: "Reitero mis respetos a ese español valioso y valiente, es un referente para mí" (quien se manifestaba así se declara de izquierdas prochino).
Pero lo que más conmovió mis débiles "cimientos" del conocimiento de -américa (*) (y de paso me entristeció) ha sido el que se me transmitiera la sensación (no sé si mayoritaria o no) de que, de alguna manera, los ñamericanos seguían esperando a Godot aferrados en el andén de una estación fantasma como los dos personajes de la obra de Samuel Beckett, condicionados quizás por la lamentable presencia de autócratas y "salvadores de la patria" que han proliferado a lo largo y ancho del continente, "Putin, con sus continuos desafíos al gran imperio y con el crecimiento de su poder geopolítico, no nos disgusta a muchos, en especial a los "progres"... "Para nosotros todo el aparato de propaganda norteamericano será siempre sospechoso". Inquietante a la vez que (aparentemente) contradictorio con el espíritu patrio que desde la infancia se cultiva. Véase, por ejemplo, los mitos que se mimetizan, como el de Abdón Calderón o los himnos patrios (por no señalar los chándales con los colores de la bandera que orgullosos lucen los mandatarios con cualquier pretexto).
-américa, lleva más de dos siglos esperando a Godot, mientras los Vladimires y Estragones de Beckett se han multiplicado por millones, esperando descifrar el enigma que el mono humanizado de Kafka les dejó en su Informe a la Academia.
Chile siempre fue distinta, pero Pinochet (con la ayuda de EE UU) abrió un criminal y largo paréntesis en su historia y, después del dictador, tanto la derecha como la mal llamada izquierda socialdemócrata han gobernado bajo el paraguas de una constitución fascista, sin hacer nada por cambiarla.
El nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric, ha tomado posesión de su cargo, rodeado de grandes expectativas y esperanzas tanto para los chilenos como para el resto de "-américa". Previo a su investidura ya apuntó algunos principios de lo que para él debería ser la nueva izquierda en Chile, sin olvidar de dónde viene. Se desmarcó del bochorno que supuso las vergonzosas elecciones amañadas en Nicaragua y la represión en este país. Condenó sin paliativos la invasión de Ucrania por Putin y camino del Palacio de La Moneda, rompió el protocolo y se dirigió hacia la estatua de Salvador Allende y le rindió el homenaje que no estaba previsto en el protocolo. Toda una declaración de principios, sabedor de que el Chile de 2022 nada tiene que ver con el Chile de 1973. Sabedor de que el mundo de 2022 nada tiene que ver con el mundo de la "Guerra Fría" (aunque Putin intente resucitarlo) y, sobre todo, que la sociedad chilena, a la que tiene que dar respuesta, nada tiene que ver con la de sus padres y abuelos. "Caminamos despacio porque queremos ir lejos" (G. Boric).
Tendrá que convivir, eso sí, con los que se sienten cómodos utilizando el "comodín" de los 500 años de la pérfida España, ante cualquier eventualidad que surge como consecuencia de sus incapacidades para gobernar. El "comodín" es el recurso de los malos gobernantes y de los autócratas (para Franco eran los enemigos de España y los masones, para el PP las víctimas de ETA). Obrador en México lo utiliza un día sí y otro también, amén de sacar a la Virgen de Guadalupe cuando hay turbulencias en su gestión. En plena pandemia, cuando la guadaña de la muerte asolaba las calles del mundo entero, "No se preocupen por el virus. Al virus se lo combate con amor, abrácense y salgan a la calle. Yo me protejo con la medalla de la Virgen de Guadalupe".
Larga vida y mucha suerte a Gabriel Boric. En Colombia, Gustavo Petro es todavía una incógnita, sin embargo, "Llegará un día en que se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor". Lo ha repetido Gabriel Boric en su toma de posesión recordando el discurso de Salvador Allende.
Ese día, quizás, -américa dejará de esperar a Godot.
(*) -américa es la feliz expresión que el escritor Martín Caparrós ha encontrado para definir lo que es la América hispana, en su monumental obra del mismo nombre, publicada por Penguin Random House, 2021
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