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Quién le mandaba versos, dime quién era...

20 de Marzo del 2022 - José Luis Hevia

Quién le mandaba flores por primavera… ¿Recuerdan la romántica canción de Cecilia? Creo que ha inspirado al historiador don Javier Rodríguez Muñoz, quien, año tras año, en el mes de octubre, nos obsequia con sus versos y sus flores sobre el inmortal Indalecio Prieto (LNE, 7 de octubre de 2019, 5 de octubre de 2020 y 13 de octubre de 2021). Ignoro la importancia del mes de octubre en la vida de don Inda, no es ni su cumpleaños ni su aniversario, ¿será por la gloriosa revolución?

Sumario: Sobre la figura de Indalecio Prieto

Destacado: Ni una sola mención se hace jamás a los sacerdotes y guardias civiles asesinados, a los más de mil mineros que encontraron la muerte en la represión del Gobierno de la República, a la huida a Francia para evitar su detención y procesamiento

Siempre me ha extrañado que otros compañeros de Indalecio del siniestro Frente Popular de 1936 –Largo Caballero, la Pasionaria, ya saben, aquellos de “la democracia es incompatible con el socialismo”, “si triunfan las derechas tendremos que ir a la guerra civil”, “ese hombre ha dicho su última palabra”–, siempre me ha sorprendido, digo, que esos grandes nombres de nuestra triste historia no gocen de tan fiel y asiduo recuerdo como don Inda, a pesar de merecerlo tanto o más que el propio Prieto (dime con quién andas, decirte he quién eres, que decía don Quijote, o Sancho, no recuerdo). Al fin me he dado cuenta de que la Fundación Indalecio Prieto, la Fundación constituida por una hija de Prieto en 1985 con los ahorrillos de su padre, es la clave. Entre los fines de la Fundación Indalecio Prieto se establece, “como prioridad, el desarrollo de toda clase de actividades orientadas al recuerdo de la figura de don Indalecio Prieto”; ahí nacen los asiduos panegíricos del Sr. Rodríguez Muñoz, patrono de la Fundación, al que debemos reconocer su constancia en el cumplimiento de sus obligaciones y su esfuerzo en lavar la imagen del prócer.

Pero también parece que el departamento de Prensa y Propaganda de la Fundación ha decidido ampliar la campaña en un último y desesperado intento por conservar la calle de don Inda en Oviedo, lo que, todo hay que decirlo, no merece tanto esfuerzo dada la irrelevancia de la susodicha calle en el ordenamiento urbanístico de la ciudad (no sé cómo los socialistas la aceptaron en su día); tenía un nombre precioso, “calle de las Huertas”, parecido a la “calle de las Dueñas”, donde yo nací, la actual Palacio Valdés, y donde soporté los incendios del 34 y los bombarderos del 36 que me regaló don Inda. Para ampliar la campaña, el patrono de la Fundación ha solicitado últimamente la colaboración del que parece un eficiente y prometedor eurodiputado asturiano y de un asiduo columnista de este periódico. Los méritos de don Inda son los de siempre: la Casa de Campo, el Metro y la prolongación de la Castellana en Madrid, la declaración de culpabilidad por las atrocidades de la Revolución de Octubre del 34, la clemencia que pedía a sus fieles mientras bombardeaba a la población civil de Oviedo, su amor a la democracia (si en España había una democracia, no era legítimo que se preparara una revolución, dejó dicho su sucesor Maldonado), su españolismo, su reunión con Gil Robles y con los partidarios de don Juan y su asistencia, como turista, sin voz ni voto, al Congreso de La Haya. Ni una sola mención se hace jamás a los sacerdotes y guardias civiles asesinados, a los más de mil mineros que encontraron la muerte en la represión del Gobierno de la República, a la huida a Francia para evitar su detención y procesamiento, al saqueo de Oviedo, al intento de derribo de su Catedral y a la quema de su Universidad, al robo del Banco de España, al tráfico de armas, con asistencia personal al desembarco del Turquesa (500 fusiles, 24 ametralladoras, 300.000 cartuchos, 1.800 granadas..), al asesinato del diputado Calvo Sotelo por Luis Cuenca, a los cientos de civiles muertos en los bombardeos sobre la población de Oviedo, a la pistola que exhibió en el Congreso para pedir la palabra, al tesoro del barco “Vita” y a la escandalosa corrupción en el exilio mexicano. Todos estos pequeños errores, que ya estamos aburridos de referir una y otra vez, no merecen ningún comentario para los fieles de don Inda –“luces y sombras”, “resumir su biografía sería complejo”, “habrá cometido errores, quién no”, comenta el columnista que ha saltado últimamente a la palestra y que se muestra muy apenado de que Indalecio Prieto no tenga una calle en la ciudad en la que nació y a la que destruyó por dos veces.

En fin, no podemos impedir que la Fundación Indalecio Prieto cumpla con sus estatutos; la ley de Memoria Histórica no afecta a sucesos acaecidos antes del 18 de julio de1936. Por otra parte, la irrelevante calle tiene un precedente, precisamente en la misma calle donde tiene su sede el PSOE: Jovellanos escribió al magistral González Posada: “Nadie tiene menos apego que yo a Oviedo, nadie conoce mejor lo poco que vale, pero no por eso condeno a real barredera cuanto encierra”. Algo es algo. Y un recordatorio, también del Quijote, “los historiadores que de mentiras se valen son como los que hacen moneda falsa”. Dice más, pero reproducirlo no sería políticamente correcto.

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