Defensoras
El Ayuntamiento de Xixón lanzaría este año su premio "Gijón Ciudad Defensora de los Derechos Humanos" y cuando se reúna el Consejo de Cooperación (aplazado desde enero por razones administrativas) comenzará la cuenta atrás para establecer fechas de convocatoria para propuestas a considerar.
Fue un preacuerdo establecido con la Alcaldesa hace dos años que la pandemia había pospuesto.
Puestos a especular, en el entretanto del tiempo transcurrido, son miles las candidaturas posibles. Una podría haber sido (y lo puede ser a título póstumo) doña Pascualita.
Falleció en las vísperas del sexto aniversario del crimen de Berta Cáceres, en que el Ayuntamiento plantó un árbol en el jardín del movimiento indígena en Contrueces, en Memoria de Berta y las suyas: Una de las suyas era Pascualita, una especie de sacerdotisa, líder espiritual maya, activista incansable y defensora del pueblo indígena lenca. Otra podría haber sido doña Fabiola Lalinde. Falleció el día anterior a que la 18.ª delegación asturiana (que fue despedida en el Ayuntamiento gijonés antes de su partida a Colombia) entregase al Tribunal especial JEP, en solemne sesión, los 17 informes anteriores de las 17 delegaciones que precedieron sin pausa a la de este año. Doña Fabiola se inventó un término, "operación Sirirí", para el recuento de su vida desde que se llevaron y desaparecieron a su hijo los militares. El sirirí es un pájaro amarillo común americano que insiste, persiste y se confronta incluso a grandes gavilanes pese a su escaso tamaño. Como el sirirí, doña Fabiola persistió, incansable, contra la impunidad de los crímenes en Colombia, y consiguió que se investigara y se encontraran los restos de su hijo asesinado extrajudicialmente.
De la parte africana podrían llegar numerosas propuestas, pero la rabiosa y cruel actualidad nos lleva a las hijas de las nubes, las Sultanas, Fatimetus, Aminetus, Jadiyetus... que como defensoras de su pueblo traicionado persisten en la defensa de sus derechos, tal como recomiendan las Naciones Unidas y tal como han mostrado las saharauis en numerosas marchas por el "malecón" de Xixón.
La Lolita Chávez que habló en Xixón el año pasado por videoconferencia, inclaudicable defensora de los derechos de las mujeres mayas de Guatemala y del mundo, tendría otro espacio posible de valoraciones y de aprendizajes, lo mismo que centenares de mexicanas, nicaragüenses expulsadas de su país como Mónica Baltodano (que sentó cátedra en el CCAI), o encarceladas en el tenebroso Chipote como Dora María Téllez.
Mujeres de 93 años, como la presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo, que varias veces visitara la Ciudad Defensora e inaugurara el parque de Las Madres, y que siguen dando ejemplo de pedagogía perenne de lucha contra la maldita impunidad, o cualquiera de las jovencitas lideresas populares, indígenas, negras que vanguardizan las movilizaciones en defensa de la Madre Tierra en cualesquiera de los países del sur global, podrían ser renombradas con el premio en Gijón.
También Aída Quilcué o Francia Márquez, o Cha Dorina (indígena nasa la primera, negra la segunda, palenquera la tercera), que acaban de obtener amplia votación en las elecciones del domingo en Colombia.
Aída había pasado por Asturias, invitada por el Gobierno astur, junto a su hija de corta edad, poco tiempo después de que su esposo hubiera sido asesinado por militares que ametrallaron su camioneta creyendo que dentro iba ella.
Ella, que en funciones de Consejera Mayor del CRIC había confrontado las políticas mataindios del presidente de extrema derecha Uribe. Ahora Aída ha sido electa senadora y tomará posesión en dos meses para seguir como defensora de la vida, de los derechos indígenas y de las mujeres de toda Colombia.
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