No-dependencia e infierno tártaro
Dependemos de ser independientes para poder tomar nuestras propias decisiones. Pero la no-dependencia es otra cosa.
No-dependencia significa que la mayoría de las necesidades básicas de un país, o incluso de una región, deben estar satisfechas por la producción propia en su territorio a partir de materias primas también propias. Significa que el país no debe especializarse en algo tan específico y rentable como para que se olvide de producir lo demás, también necesario, comprándolo fuera. Claro que, si satisficiese sus necesidades básicas, podría hacerlo. Así, a finales de los años sesenta del siglo pasado, la "Nippon Steel" se convirtió en la mayor productora de acero del mundo importando carbón y hierro de Australia (Asturias hace lo mismo, pero no satisface su necesidad básica de energía como hacía Japón).
Hace cuarenta años, en el mundo se estableció una vorágine comercial global con un gran derroche de la logística del transporte. Los tiburones ajustaban precios bajos en las compras y servicios, buscando máximos beneficios. Nadie se asombraba de lo disparatado que llegaba a ser todo el asunto, porque parecía volverse inteligente por el simple hecho del beneficio económico propio. Por eso el bien particular aumentaba y las desigualdades lo hacían haciéndose lastimosas al disminuir el bien general. Aún sigue siendo algo malévolo que claramente progresa para llegar a ser algo estúpido. Recuerdo haber leído, en los ochenta del pasado siglo, que una empresa de congelados escocesa mandaba todos los días un avión de gamba fresca a China y de allí volvían ya peladas. Esta logística parece irreal, pero no menos que otras que llegan puntuales a Merca-Madrid también por avión. Si pensamos en la logística y en que hemos aumentado el transporte a grandes distancias sin prever (como en el caso anterior) una vuelta con carga, estamos hablando de un gran despilfarro: el 43% de los recorridos de los camiones se hace sin carga, siendo el sector del transporte el que aporta más del 30% del CO2 a la atmósfera. Sin embargo, esta logística permitió a China poner a su gente a trabajar y recibir por ello su beneficio. Lo que les permitió salir de aquella época en la que se hacían cuestaciones para los chinitos en el Domund. Mientras tanto, el resto del mundo disfrutaba, y disfruta aún, de gambas peladas congeladas a buen precio.
De esta forma, parte del mundo se fue especializando en el disfrute de las cosas, mientras el esfuerzo era realizado por otros. El mundo tejió de esta forma una frontera de opacidad y de ignorancia, sobre las consecuencias de su dependencia y el coste real de las cosas (lo que me recuerda un título: "Alberto: ¿quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal?"). Nada importa, mientras se juega con un sistema en el que, supuestamente, se ingresan beneficios. Otros, además, fueron atraídos por el potente mercado de China y por fabricar desde allí para el resto del mundo. El mercado (ayudado por potentes ordenadores) ajustaba precios y logística con tal de que al final el resultado diera beneficios. No importaba quemar en las alturas o sobre la mar gran cantidad de combustibles fósiles altamente contaminantes. Tampoco importaba saber que las grandes reservas de carbón están en EE UU (22,6%), Rusia (14,4%) y China (12,6%) y que, por tanto, serán naciones reacias a prescindir de tales fuentes de energía. O que las grandes reservas de gas natural están en Rusia e Irán: países que tampoco ponen remilgos a la energía nuclear e incluso se permiten la amenaza del arma nuclear si el mundo pone dificultades a sus aspiraciones autocráticas. Ya que desprecian la cultura amante de la libertad, la democracia y la tolerancia. Cuestiones opuestas a sus creencias políticas o religiosas (por eso deben confundir a la opinión pública a través de fieles seguidores y colaboradores). ¿Se han dado cuenta de que el mapa del imperio mongol (del Gran Kan) se copia aquí en este análisis de la energía? Y de que en Occidente, en la Edad Media, se llamaba a ese imperio el imperio tártaro (infierno en la mitología griega). Acaso no sabían que el imperio mongol llegó a ocupar China, Siberia, Mongolia, Kazajistán, Mesopotamia (incluyendo Irán y parte de la actual Turquía), Rusia, Ucrania (incluyendo Crimea) y territorios de la Europa Oriental (como parte de Polonia e Hungría). ¿Ahora qué Gengis Kan está detrás de que estos kaganatos se unan para imponer la autocracia en cada uno de ellos e instaurar un imperio?
Con estas autocracias disponiendo de la energía que es fuente básica para la producción y distribución de las necesidades del mundo, y como al tenerla barata ajustan precios para copar el mercado, triunfar y quedarse con todo, uno se pregunta: ¿qué vamos a hacer con tanta dependencia? Eso no es todo, mientras ellos están dispuestos a guerrear para no ser dependientes (mientras sus ciudadanos ni son independientes ni libres), uno se pregunta: ¿cuál es ese Gengis Kan? Mientras ellos están dispuestos a generar CO2, ocurre que a consecuencia del cambio climático la mitad de la Humanidad vive en la zona real de peligro para su existencia: nos dice Antonio Guterres (S. G. de la ONU).
Como ven, el gran imperio tártaro, o sea, el infierno, vuelve a ser una amenaza. ¡Que el cielo nos ampare! Y ojalá sepamos construir un cielo en la Tierra. Porque hasta ahora, incautos, estúpidos y malvados, van creando el infierno. Mientras la inteligencia va desapareciendo. Lo que me recuerda otro título: "¿Energía o extinción? En defensa de la energía nuclear". ¿Si ellos consiguieran una energía nuclear limpia, o la de fusión antes que nosotros, qué ocurriría? La extinción de la libertad individual estaría asegurada. ¿Acaso la libertad individual es una equivocación? ¿Dónde queda la responsabilidad si no hay libertad? Solo nos quedaría miedo, terror y nuestra consabida estupidez.
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