La Nueva España » Cartas de los lectores » Tribuna » Preparando oposiciones/preparando la oposición

Preparando oposiciones/preparando la oposición

13 de Abril del 2022 - Julio L. Bueno de las Heras

Buena parte de los empleos en la Administración pública –que por estos lares algunos malpensados osan ver como hipertrofiada– se vienen desempeñando por la llamada clase funcionarial. Si no se producen tránsitos por agujeros de gusano, quienes acceden a la categoría de funcionarios lo hacen mediante concursos públicos a las diferentes plazas ofertadas. En algunos campos y épocas, estos concursos tenían un apellido –“oposición”– que aludía a una cruenta componente, hoy afortunadamente difuminada por los avances de la civilización y sus molicies, según la que los propios candidatos aligeraban buena parte de las tareas de poda de los tribunales, luchando entre sí como gladiadores en un numerito denominado polisémicamente como “trinca”. En otro de los números fuertes del espectáculo que han pervivido hasta la actualidad, los candidatos se tienen que examinar de un programa teórico-práctico sobre la materia concernida en el perfil de las plazas a las que opten.

En algunos ámbitos, tiempos y plazas, el programa –como las tesis doctorales– se elaboraba y casuísticamente se sigue elaborando por cada candidato –huella de escuela y tutores aparte, dentro de campos más o menos balizados y con casi total libertad de estructura, extensión y desarrollo temático– según cualquiera de las posibles variantes, que van desde la originalidad más novedosa y rompedora al plagio más zafio, pasando por una ecléctica opción de recorta y pega antológica. Esta libertad es/era estimulante, aunque encerrando un riesgo nada desdeñable: verse sometido al más o menos autónomo criterio y juicio de una amplia, variopinta, experta, bregada, exigente y librepensante comisión juzgadora, comisión que no hacía remilgos a denominarse Tribunal y a actuar como tal. Ahora, en la mayor parte de los campos no estrictamente especializados, científicos o tecnológicos, la práctica totalidad de los programas –o, cuando menos, sus líneas maestras– están perfectamente asentados, definidos muy de antemano por expertos o intérpretes de tendencias, modas o directrices de pensamiento. El candidato debe saber –o aprenderse de memoria– los temas, y reproducirlos satisfactoriamente en su presentación oral o escrita. Luego, Dios dirá.

Sumario: Los concursos públicos a puestos de responsabilidad política

Destacado: Desde que la democracia comenzó a instalarse en las sedicentes naciones libres, las sucesivas escuelas de aprendices y meritorios han ido ajustando sus ciclos de vida al imperativo de corrientes dominantes

Las similitudes con los concursos públicos a puestos de responsabilidad política –las batallas electorales–, y aunque pudieran parecer traídas por los pelos, no dejan de ser sugerentes, como cualquier parábola. En estas lides, a los aspirantes se les reserva todavía algo del rol épico de los rancios concursos-oposición, mientras el papel de tribunal –sin dietas ni viáticos, pero con la gabela de tener que expiar en propia carne sus errores de juicio– todavía se reserva graciablemente al pueblo, a los votantes. Por eso, cuando parecen oírse tambores de convocatoria a las urnas, no es infrecuente que a los candidatos, y no sin razón, se les pueda reprochar que ponen más énfasis en su voluntad de triunfo, de ganar la plaza desbancando a sus competidores (fueran de por libre o discípulos de asentadas academias preparatorias) que en aportar evidencias de tener un programa nítido, sólido –coherente y diferenciado–, así como garantía de voluntad y recursos para llevarlo a la práctica. Desde que la democracia comenzó a instalarse en las sedicentes naciones libres, las sucesivas escuelas de aprendices y meritorios han ido ajustando sus ciclos de vida al imperativo de corrientes dominantes. De esta forma, las etiquetas clásicas, sean modales, geométricas o cromáticas (conservadores, liberales, monárquicos, republicanos, derechas, izquierdas, rojos, azules…), han ido modulándose con híbridos, intergéneros, matices, maquillajes voluntaristas y camaleonismos, siglas que están en la mente de todos (socialdemocracias y democracias cristianas o heterodoxas, centros oscilatorios o descentrados, proverismo, progresismo, reformismo, populismos varios, juntas y reunidos, etcétera). El siglo XXI está resultando patéticamente sorprendente no solo porque conceptos que creíamos asentados por la Historia real, como comunista, nazi, fascista, terrorista, patriota, etcétera, se han devaluado, blanqueado, sobrevalorado, trivializado, contaminado o dicterizado por sucesivas oleadas de desmemoria histórica programada y constructivismo neolingüista, por decirlo de forma sencilla, casi sin afectación. Este siglo, cuyo primer cuarto nos está enfrentando también con renovados jinetes apocalípticos, está sugiriendo que lo que, allá por 1984, creíamos grisácea ficción podría no ser nada menos que profecía distópica de fatal cumplimiento, una reacción autocatalítica con crisis (morales, estructurales, socioeconómicas y existenciales), pandemias y guerras como productos que, a la par, son reactivos.

Eso sí, no se puede negar que, en aras de una mayor sostenibilidad, circularidad, resiliencia, inclusión y optimización energética, el programa teórico-práctico para concursos de todo tipo, desde la educación a la política, pasando por la sanidad, la obra pública… y los conservatorios de música, se va unificando en un temario global. Lo hemos venido viendo sin darnos cuenta del todo. Supongo que ni los opositores a las nuevas plazas de Enseñanzas Medias capadas se sorprenderán, ni las nuevas autoproclamadas promesas de la política nacional, ni los futuros directores de orquestas varias nos sorprenderán cuando se limiten a crear, memorizar, impartir, impostar, plagiar o interpretar variaciones sobre un mismo tema de los 17 de la Gran Partitura.

Ya saben, es cosa de agendas y de reseteos.

Cartas

Número de cartas: 44966

Número de cartas en Marzo: 181

Tribunas

Número de tribunas: 2031

Número de tribunas en Marzo: 7

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador