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Sociedad secuestrada y enferm

4 de Octubre del 2010 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Una sociedad libre es responsable; la que no, tiene la responsabilidad de buscar su libertad. Cuando un fluido fluye por una tubería nosotros, sus moléculas, sentimos la presión de la que está detrás nuestro y, así, también nosotros presionamos a la que va delante. Esto puede hacernos creer que la presión proviene del mismo lugar del que venimos, pero no es así, la presión viene del lado contrario, del punto al que queremos llegar: es el mensaje que nos transmiten las dificultades que aún nos restan por superar. Por eso tenemos que vigilar lo que hay delante y comprender nuestra misión para progresar. Constantemente oigo despotricar contra Zapatero, pero eso no tiene sentido (aunque sí es la dirección en la que se debe mirar). El PSOE lo hizo su candidato y luego los ciudadanos lo elegimos por dos veces; dejemos pues de vociferar porque la responsabilidad es nuestra. No podemos decir que sólo es de sus seguidores, porque sus electores forman parte de nuestra propia sociedad. Leyendo al filosofo de la Historia Toynbee se descubre que los líderes surgen en las sociedades que les permiten emerger, aunque, y para ello, les pongan a prueba con dificultades. Son sociedades (Kultur) que se expanden con su esfuerzo, no se aletargan, ni fracasan o colapsan. La realidad es que las Kultur compiten entre sí con resultados catastróficos para generaciones. Si tenemos a Zapatero gobernándonos es porque nosotros no hemos permitido que surja otro. Hemos hecho una huelga general, pero seguimos con el mismo Gobierno, ¿entonces, que timo es éste de toda una jornada de trabajo sin cobrar para millones de trabajadores en época de crisis? Una sociedad libre no pretende generar líderes (que siempre acaban convirtiéndose en caudillos) sino pioneros (líderes oportunamente momentáneos: nada que ver con lo que nos rodea, con sindicalistas y políticos profesionalizados). Pero, tras cuarenta años de dictadura, nadie nos quiso libres. Quienes prometieron un socialismo compatible con la libertad, enseguida se olvidaron de la igualdad y de la independencia de sus ciudadanos. La luz de la generosidad no fue nuestro compromiso, sino el atractor de materia oscura de la desigualdad real y el igualitarismo formal. Aceptamos al próximo cuando es de nuestro partido y usamos al partido o al sindicato para medrar convirtiéndolos en una empresona. Creamos absurdos criterios de independencia por CCAA y no por individuos. Negamos la libertad con nuestro estúpido egoísmo de que socialmente sólo triunfa quien domina: el gato blanco o negro no importa si caza ratones. Somos capaces de caer por el abismo del no progreso, siempre y cuando los otros se estrellen primero.

Proclamamos la libertad, pero no la defendemos y, en aras de esa libertad que proclamamos, amparamos la negociación con el odio: ese atractor que nos quiere llevar al agujero negro de la intolerancia y que admite el terrorismo como medio para sus fines, y todo, por la falsa argumentación de que el odio es libre para existir y matar la libertad, y que intolerante es aquel que la defiende combatiendo al rencor que nos visita e intenta arrebatárnosla e incluso matarnos. Tal corrupción conceptual es posible porque hacemos elogio de la imbecilidad, llegando a quebrar nuestra propia Historia común en oportunistas CCAA perjudicándonos a nosotros mismos y a los demás (algo estúpido). Ansiamos la propiedad de cosas que no usamos, cuando venimos al mundo desnudos y nos vamos sin nada. No queremos usarlas porque lo que queremos es acaparar necesidades del próximo para dominarle. Somos capaces de aceptar no hacer productos competitivos con nuestro trabajo a cambio de ayudas; y así, si el producto de nuestro trabajo nadie lo quiere por caro y negro como el carbón, exigimos ayudas a otras sociedades que nos las conceden. Pero esas sociedades libres defenderán la luz de su libertad de nuestro oscuro atractor de egoísmo y nos negarán las ayudas más temprano que tarde, y aún así, no nos caerá la cara de vergüenza al pretender defenderlas. Investigamos para buscar ayudas; desarrollamos proyectos para pedir subvenciones; e innovamos para producir engaños: el IRPF con Felipe González era un auténtico galimatías, Rodrigo Rato lo simplificó, ahora, de nuevo, con el socialismo Zetaperiano, el IRPF parece como conjuros que legalizan mágicos privilegios a brujos de las finanzas y afines.

Por eso repito: Es necesario un socialismo de Renta Básica Universal (la RB no es ayuda por ser incondicional, y el socialismo no puede ser la conveniencia de unos pocos que engañan a muchos), debemos darle libertad al ciudadano que es quien decide donde invertir su RB y no un Estado enfermo de amiguismo. Neguemos cualquier otro tipo de ayudas o subvenciones a colaboradores. Únicamente los servicios esenciales fuera de toda competitividad como: educación, formación y sanidad pública, serán realizados y ejecutados por medios propios a través de funcionarios, y serán: eficaces, universales (no transferibles), y gratuitos. (Si alguien los quiere privados, que use su RB).

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