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El fracaso escolar

5 de Octubre del 2010 - Alfredo Jesús Quintana García (Lugones-Siero)

En La nueva España del día 04 de octubre de 2010 aparece un reportaje sobre el fracaso escolar, que es un tema que además de preocuparme mucho como padre de dos niñas, de 11 y 12 años, la mayor empezando en el instituto estos días, también me preocupa por su incidencia en el futuro de mi país y de los que habrán de sacarlo adelante cuando yo tenga que depender de ellos en todos los aspectos, cuando estos niños que sufren este sistema de enseñanza sean los policías, jueces, médicos, enfermeros, albañiles, chapuzas, comerciantes, funcionarios, políticos, conductores que circulen junto a mí... que me atiendan o hayan de pagar mi pensión.

Y según las cifras del artículo en cuestión, el nivel de fracaso escolar parece que es muy, muy preocupante. En el artículo se refieren al nivel de fracaso que se ve más directamente: el fracaso de los niños que quedan fuera de los estudios. Luego estará también, supongo, el que no es tan evidente: los niños que van pasando pero con una formación real muy deficiente, llena de lagunas en lo fundamental, incluso con una formación cargada de traumas que los deforma de por vida.

Y al leer el artículo, quedo aún más preocupado por el diagnóstico que hacen sobre el tema los expertos y profesionales: achacan definitiva y casi exclusivamente la causa de tal nivel de fracaso escolar a lo poco que se ocupan en las familias por la educación de sus hijos, a la despreocupación en el seno familiar. Y aún más me preocupa el paquete de medidas que sugiere desde el ministerio responsable del tema el ministro de educación: meter más profesores a trabajar más en materias como los idiomas, etc..., a meter aún más presión, más volumen de conocimiento descontrolado en las cabezas de los inocentes niños.

Cuando hay tanto fracaso escolar, evidentemente el problema es de enfoque de la educación, y la culpa no es de los estudiantes ni de las familias, que no son los profesionales responsables de dicho enfoque (in)adecuado. En mi casa nos ocupamos bastante del estudio de mis hijas, y (hasta ahora) todo sobresalientes. Estoy muy, muy agradecido, a todos los profesores que han tenido hasta ahora, en primaria, a los que he visto siempre trabajar mucho y muy bien, poniendo mucha vocación en su trabajo. Pero, y sobre todo en lo que voy viendo en la que ha empezado en el instituto (que es el nivel donde el artículo dice que se da básicamente el fracaso escolar), echo en falta algo que creo que es fundamental, la base de este problema: conocimiento de lo que es el cerebro de un niño, de los límites de su capacidad de aprendizaje y los efectos sobre él de un exceso brutal de exigencia. Cada profesor trabajará muy bien su materia, pero parece que no se reúnen para ver el nivel de exigencia sobre las cabezas de los niños del conjunto de todas las materias llevadas a esos niveles. No veo en el profesorado, en sus reflexiones en el artículo de La Nueva España, espíritu crítico con el sistema de enseñanza con el que se castiga a los niños: las asignaturas (número de ellas, variedad, contenidos, todo...) constituyen un volumen de trabajo, de conocimiento, absolutamente desproporcionado para las cabecitas de estas criaturas, si se quiere que lo saquen bien adelante, que lo aprendan todo, que les sirva para algo útil. Las mías han venido sacando, en primaria, sobresalientes, pero a costa de un gran trabajo en la familia que supongo que no todas las familias estarán en condiciones de dar. Y a costa de su infancia y de su salud, que se mustian en cuanto empieza el curso, tratando de sacar adelante todo el trabajo, excesivo, que las encomiendan. El diseño de la educación, de los planes de estudio, parece hecho por seres aviesos que quieren cargarse, quemar, el cerebro y el futuro de nuestros hijos. Un puñado de burócratas ineptos que deciden por mor de la política que los ha elevado a sus puestos de decisión, sin mayores méritos, que no tienen los pies en el suelo y se están cargando a nuestras generaciones con estos grados de fracaso escolar, lógico resultado de sus despropósitos. A la de 12, que además de matemáticas, lengua española, conocimientos del medio, música, geografía, historia, y un sinfín más de materias (y hay que ver con qué libros, redactados a qué nivel, que no creo que todos los adultos bien formados puedan seguir), estudiaba inglés con el esfuerzo y dedicación que supone el aprendizaje de esta lengua, ahora en el instituto la exigen que además, en paralelo, aprenda francés. Tiene que estudiar física, biología... Y todo una niña con 12 años. Tengo miedo de que no esté aprendiendo nada realmente bien, o a que se me queme.

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