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¿Qué vejez nos espera?

12 de Noviembre del 2010 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas, Castrillón)

Desde los más remotos tiempos nuestros antepasados predecían la vejez por su cuenta y desde el momento que formaban una familia, el matrimonio comenzaba un particular plan de jubilación que, fundamentalmente, consistía en el ahorro y en tener un considerable número de hijos.

Estos hijos, con su colaboración y trabajo, ampliaban el patrimonio familiar y llegado el momento en que los padres no podían valerse por sí mismos eran ellos los encargados del sostenimiento integral de sus progenitores.

Posteriormente, a principios del siglo XX, los estados modernos fueron estableciendo las bases de los actuales planes de pensiones con sus correspondientes subsidios. Estos planes se han ido perfeccionando y los trabajadores de sucesivas generaciones muy confiados hemos creído que, oficialmente, la jubilación estaba asegurada, olvidando cómodamente aquellos previsores proyectos de nuestros abuelos. Y...

Llegados a la España actual, vemos cómo la previsión de nuestros gobernantes se ha limitado a cada vez menos años vista, sin siquiera sospechar que las arañas podrían anidar con mucha antelación en la caja de la Seguridad Social.

La ruinosa situación actual nos ha despertado de nuestra candorosa confianza y vemos que, entre otras cosas, no hemos ahorrado lo suficiente y que tampoco hemos tenido el tan recomendado y crecido número de hijos.

Ciertamente, la vejez está siendo cada vez más alargada. Los trabajadores al dejar las ocupaciones laborales cuando se jubilan generalmente rejuvenecen y quieren vivir muchos años más. Natural. Eso sí, cobrando la paga a la que se han hecho acreedores. Y aquí puede residir el gran problema. El sistema de pensiones, si no acrecienta sus ingresos en un porcentaje en relación con los tiempos para garantizar su viabilidad, lógicamente, está abocado a entrar en pérdidas. Pero mientras tanto, independientemente, la gente llegará a centenaria sin recibir la pensión de retiro.

La ecuación es muy sencilla. La cifra de jubilados aumenta, la de los parados sube y la de los trabajadores cotizantes en activo desciende. O sea, el triángulo bascula por uno de los lados.

En éstas estamos cuando llega Zapatero a entender el problema. Y como nuestro optimista presidente, supuestamente de izquierdas, no da una a derechas, no se le ocurre otra idea que prolongar la edad de retiro de los trabajadores. En vez de impulsar que recalen en el mercado laboral los que por juventud desean ingresar, impedirá que salgan los que por edad quieren salir. En una palabra, que no va a satisfacer a nadie.

Somos muchos los que valoramos que sería preferible crear más empleo para la juventud que alargar la permanencia de los mayores a pie de obra, ya que si lo que la caja de la Seguridad Social necesita es dinero para que en un futuro más o menos próximo no se descomponga el pago de las pensiones, y para lograrlo lo imprescindible es que haya más cotizantes, ¿por qué el Gobierno no se preocupa por potenciar más las colocaciones para gente joven? Somos un país de parados y de viejos. Por eso la vejez que nos espera puede ser humanitaria.

Hace días por Zapatero nos enteramos de que los desempleados cuando se están formando lo que realmente hacen es por y para el país, o sea, como unos funcionarios. Lo que hay que escuchar.

Pues bien, amigos, los que por edad ya estéis cavilando sobre la jubilación, de momento id aparcando ese pensamiento, ya que el tiempo de labor y de cotización se alargará al menos dos años, con el riesgo añadido de que cuando los políticos le tomen el gusto a legislar podría ser mayor.

Aquella Francia de Sarkozy, que tenía envidia de nuestra situación económica, en cuestiones sociales nos sigue llevando la delantera y si bien actualmente pretende retrasar dos años la ocupación laboral, no debemos olvidar que esa moratoria quedaría fijada en 62 años; o sea, en el mejor de los casos, cinco años menos que en nuestro país.

Y entretanto el Gobierno de Zapatero dice que vela por nuestros intereses, y bien que esa vela más iluminar, nos está dejando a oscuras y con muchas sombras parpadeantes.

Por los seis largos años transcurridos, decidida y cordialmente, José Luis, hagámoslo mejor, aunque tú no la sonrisa, por favor: apaga... y vete.

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