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Preciado, gracias, pero déjalo ya

5 de Octubre del 2010 - Luis Armando Argüelles Cabeza (Avilés)

En el fútbol español hay que ser un superclase para aguantar años y años como entrenador del mismo club. Esto ocurre actualmente en el Sporting. Manuel Preciado llegó a Gijón con su personalidad arrolladora y nos puso las pilas a todos los que conformamos el sportinguismo y que estábamos mustios en vida: consejo, cuerpo técnico, afición etcétera, por lo cual le damos las gracias eternas.

Como en toda relación que se precie, a lo largo del tiempo vas viendo las debilidades y los defectos del otro, que con respeto, transigencia o cariño lo vas sobrellevando, pero en el fútbol esto no vale, diría más, es mortal de necesidad.

Preciado, desde mi punto de vista, es un gran relaciones públicas y va dejando amigos por todos los sitios, con lo que, a lo mejor, haría un buen secretario técnico en lo referente a las relaciones humanas, pero no tanto en las deportivas, pues uno llega a dudar, viéndole actuar durante los partidos, si tendría el suficiente ojo avizor para descubrir buenos futbolistas en potencia y fichar jugadores para el puesto y necesidad que de cada momento.

Creo que entre sus flaquezas está ser demasiado condescendiente con los futbolistas y con los estamentos del club y aguantar con todo lo que le pongan para entrenar, lo que va en perjuicio de la institución para poder llegar a hacer algún día una buena plantilla. Hay jugadores que por edad, categoría técnica, falta de solidaridad en el campo, etcétera no pueden seguir en el club, y él, erre que erre, los mantiene un año sí y otro también.

Está claro que el Sporting cada año que pasa juega peor. Estos últimos partidos son un dolor (me recuerdan a los jugados cuando entrenaba al equipo un gijonés sobrevalorado que vivió de los beneficios de tener a los mejores jugadores de la historia del club y que aburría a las ovejas. Por no hablar de los últimos años en Segunda División). Ahora ocurre lo mismo y, aunque el equipo siga ganando algún partido que otro, a la larga y jugando mal, acabará cayendo al pozo.

La afición, por lo que leo y oigo, está empezando a cansarse y piensa (como el que suscribe) que es la hora de cambiar el rumbo, darle las gracias y decirle adiós, como se merece, a un gran tipo, pero a la vez a un entrenador que está empezando a caer en desgracia por sus continuos errores.

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