Amenaza nuclear

20 de Mayo del 2022 - José María Casielles Aguadé

Que vivimos bajo una continua amenaza nuclear no es cuestión de opinión discutible, porque lo que está cuantificado y generalmente admitido deja muy poco margen para apreciar diferencias. Una medida bastante convincente es el número de ojivas nucleares disponibles (almacenadas y desplegadas): USA, 3.800; Rusia, 4.447; y en ambos casos, sin contar con las que están actualmente en desmantelamiento: USA, 1.800, y Rusia, 1.500. Otros nueve países cuentan también con armas nucleares, hasta casi 13.000 ojivas en total. Entre ellos están, RU, Francia, Corea del Norte, India, Pakistán, Israel y China. Más armamento del necesario para arrasar varias veces el mundo actual.

Otras cuestiones preocupantes son, la dispersión de las bases de estos arsenales, que incluye algunos móviles, como es el caso de bombarderos y submarinos nucleares; el creciente alcance de los misiles de lanzamiento, que ya supera los 10.000 kilómetros, y la extraordinaria precisión con que llegan al blanco esos vectores, que consiguen atinar en círculos con diámetros de 200 metros, o incluso de 50, si la trayectoria supersónica de los modernos misiles autoguiados es algo menor. En una palabra, se acabaron los errores de puntería, como se demostró con el hundimiento del crucero ruso "Moskwua" en el mar Negro. Todo esto enardece a los provocadores más de lo que ya supera a su disparatada arrogancia, y ayuda a la escalada de la conflictividad; pero aún quedan otras cosas a tener presentes para moderar la insensatez: una es la inmediata respuesta que exige la estrategia del conflicto nuclear y su rotundidad, que no deja tiempo a rectificaciones ni a limitaciones, arrastrando de inmediato al desastre mutuo total y recíproco, que se conoce como MAD, y que todos los expertos reconocen como operativo; y otro, a las graves y diferentes oportunidades de evacuación preventiva de la población civil de las grandes urbes, agravada por la fulminante pérdida de medios de auxilio, como muy bien han valorado algunos senadores norteamericanos conscientes. Ojo, pues, con bravatas necias, y con desvaríos atrevidos, como el de "genocidio". Nadie ha podido olvidar los 80.000 muertos de Hiroshima, ni los 40.000 de Nagasaki, hasta hoy sin búsqueda de responsabilidades penales. Allí también murieron civiles ancianos, mujeres y niños no beligerantes. La ecuanimidad no debe perderse.

La necesidad de que impere la sensatez para evitar un conflicto general de devastadoras consecuencias

Nadie ha podido olvidar los 80.000 muertos de Hiroshima, ni los 40.000 de Nagasaki, hasta hoy sin búsqueda de responsabilidades penales; allí también murieron civiles ancianos, mujeres y niños no beligerantes

Por otra parte, y aunque sean popularmente poco conocidos, sobran estudios suficientes para comprender los efectos de una explosión nuclear sobre ciudades. Unos parten de los efectos reales registrados sobre las citadas urbanizaciones japonesas en la II Guerra Mundial, arrasadas por bombas de un kilotón de potencia. Hoy se dispone además de estudios técnicos de hipotéticos bombardeos sobre Boston o Nueva York con proyectiles de ojivas múltiples, de doble o triple potencia que cada una de aquellas. No resulta agradable reflejarlo; pero es socialmente muy recomendable hacerlo conocer, para despertar la responsabilidad de la buena gente. Sin entrar en grandes detalles de cuantificación técnica que complicarían innecesariamente las cosas, cualquier ciudadano debe tener noción clara de los gravísimos peligros de la moderna guerra NBQ (Nuclear, Biológica y Química), para no osar justificarlas ni exaltarlas, ni conducir hacia ellas por inflación de violencia con más peticiones de armamentos.

Simplificando: en tiempos de dos a diez segundos, la letalidad (muerte) provocada por una explosión nuclear de un kilotón se alcanza por una sobrepresión de unos treinta y cinco newtons por metro cuadrado, (nw/m2), que afecta a un área de quince kilómetros de diámetro, y que complementa la destrucción por presión, con violentos e innumerables incendios en esa misma área. Aproximadamente unos 120 segundos después (dos minutos), se origina una nube radiactiva a elevada temperatura, que completará el desastre por emisión de rayos gamma. Los productos de la nube explosiva alcanzarán la estratosfera, y se irán sedimentando posteriormente, extendiendo sus perniciosos efectos, con graves consecuencias genéticas.

Estudios de universidades y otros centros científicos, sobre un hipotético conflicto general, con intercambio teórico total de no más de quinientas ojivas nucleares, entre la actual Federación de Rusia y el complejo USA/OTAN arrojaría en las tres primeras horas unos cien millones de víctimas. Mejor no tener que confirmarlo "de facto". Que el teatro inicial de operaciones se haya diseñado en Ucrania no restaría muchos problemas a USA, por la creciente eficacia de la misilística moderna autodirigida, y la vulnerabilidad de sus grandes concentraciones urbanas.

Seamos todos exquisitamente sensatos.

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