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Un encantador palacio de azulejos que se llama Portugal

2 de Mayo del 2022 - Ángel García Prieto

Desde el siglo XV comienza a hacerse presente la azulejería en el país luso y de una manera progresiva va tomando cuerpo con el paso del tiempo, tanto en la cantidad como en la calidad de sus expresiones decorativas en palacios, iglesias y otros lugares públicos, como mercados, murales, estaciones, áreas comerciales, carteles e indicadores, así como en domicilios y locales privados. Los azulejos son muchas veces la agradable sorpresa que los visitantes y los propios portugueses encuentran en esos motivos decorativos, verdaderas maravillas de arte, buen gusto y sensibilidad.

Esta presencia de baldosas comenzó allí en 1498, tras un viaje del rey portugués don Manuel I (1469-1521) a la corte castellana de los Reyes Católicos en Sevilla, donde esa decoración de origen árabe -en su lengua denominados alzuleique, que significaba “pequeña piedra lisa y pulida”- estaba implantada en las construcciones de la época. Y el rey don Manuel introdujo su uso en el palacio real de Sintra, con azulejos importados de Castilla, aunque no tardaron en reproducirse en los talleres de alfarería lusos, para implantarse con su policromía de verdes, amarillos y castaños sobre fondo blanco. Sus temas decorativos, que procedieron de los tejidos y la joyería de entonces, van dando paso a las composiciones escenográficas de temáticas históricas, religiosas, costumbristas, folclóricas, etcétera.

Se dice que los paneles de azulejos portugueses más antiguos podrían ser los que lucen en el pabellón renacentista de los jardines de la Quinta de Bacalhoa, en Vila Fresca de Azeitão (Setúbal), palacete propiedad de los Alburquerque, familia a la que pertenecía don Fernando, virrey de la India en la primera mitad del siglo XVI.

Sumario: Origen y desarrollo de las expresiones decorativas con azulejos en el país vecino

Destacado: La presencia de la azulejería en el país luso comenzó en 1498, tras un viaje del rey portugués don Manuel I (1469-1521) a la corte castellana de los Reyes Católicos en Sevilla, donde esa decoración de origen árabe estaba implantada

Las técnicas utilizadas fueron entonces las de “cuerda”, que separa los colores de las tintas con aceite de linaza o manganeso; de “arista”, a base de moldes de barro que impedían con un reborde la mezcla de colores; luego la “mayólica”, técnica de origen italiano que consiste en aplicar la pintura en cerámica ya vidriada y que luego pasa a ser utilizada en Holanda y desde allí llega con fuerza a Portugal, con los conocidísimos azulejos blanco-azulados que son los preponderantes hasta el siglo XVIII, a base de temas bucólicos, galantes o profanos y que evolucionan con los estilos barroco y rococó y aún hoy siguen siendo los más usados.

Es importante tener en cuenta que tras la enorme destrucción del terremoto de Lisboa de 1755, con la consiguiente necesidad de reedificar en el menor tiempo posible una gran parte de Portugal, el primer ministro Marqués de Pombal optara por poner en marcha una industria azulejera para la solución barata, eficaz y popular, con piezas de patrón, que dio en denominarse “pombalina”.

Prosigue en el correr del tiempo la azulejería neoclásica, modernista, moderna y contemporánea, con producciones muy variadas y ricas en expresividad. Son muchas las maravillas de cerámica en Portugal y para citar algunas se puede empezar el Museu Nacional do Azulejo de Lisboa, que recoge, conserva, estudia, colecciona, divulga y exhibe todo lo que hay del tema. Pero además hay maravillas en Beja, en el monasterio de la Conceição; en Sintra, cuyo palacio nacional se podría considerar como otro museo de azulejos hispano-moriscos; Ovar, ciudad vecina de Aveiro, que en los siglos XIX y XX tiene muy en cuenta la decoración con cerámicas de sus edificios del centro histórico. Porto también construye muchos edificios, sobre todo en el siglo XIX, decorando grandes murales de iglesias y edificios públicos, como la conocida, céntrica y popular estación de ferrocarril de São Bento, así como muchas casas de ricos emigrantes brasileños. Su vecina ciudad Póvoa de Varzim también opta por estas decoraciones, destacando el Mural do Paredão do Areal, con una colección de escenas del mundo de los pescadores y con muchos otros de final del XIX y del XX. También la emergente y universitaria ciudad de Braga se caracteriza sobre todo por la azulejería del siglo XIX, al introducir varias construcciones emblemáticas con cerámicas en relieve, que ganan a las anteriores en perspectivas, reflejos y brillos.

En fin, la lista se podría continuar por ciudades, villas y aldeas del Portugal que hasta incluso en algunos espacios tan populares como paradas y apeaderos de autobús del Alentejo Baixo quedan transformadas en un gesto autóctono de amable encanto... pues todo, todo Portugal, acaba siendo un delicioso museo vivo de azulejos.

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