Identidades compartidas
Solo hace falta salir a las calles de España para ver que la fisonomía de la población ha cambiado apreciablemente en los últimos años. España, ibérica, celtibérica, romana, goda, cristiana, judía y mora secularmente es ahora mucho más latinoamericana, europea, europea del este, marroquí, china y africana de color. En algunos colegios, bastante más de la mitad del alumnado es de origen inmigrante. Yendo esta cuestión por barrios. Defender "esencias irreductibles", purezas y nostalgias retros que no aceptan la ya más que evidente realidad multicultural y "mestiza" de España nos lleva a empecinamientos, enrocamientos e incluso a lamentables discursos de aversión a la inmigración. España y sobre todo nuestra querida región asturiana son realidades fuertemente envejecidas, los cambios de modelos familiares han sido tremendos en los últimos 30 años, siendo casi el modelo de "familia tradicional, judeocristiana, patriarcal y numerosa "algo llamativo".
Las incertidumbres laborales, una cultura centrada en el bienestar hedonista y la responsabilidad a la hora de tener hijos, el feminismo y la sustitución animalista de hijos por encantadoras mascotas pintan una realidad cotidiana con esos trazos más que innegables. Las modas culturales de la "nueva izquierda" hablan de "racialización" y "el canon cultural occidental" es puesto en entredicho, dando lugar a revisionismos victimistas. Pero no es de recibo proclamar solo "la decadencia de Occidente", en sentido fuertemente reaccionario spengleriano, ni hablar de pugna de civilizaciones humanas distintas como compartimentos estancos. Asistimos desde hace unos 25 años o más a la eclosión de una verdadera civilización globalista, donde las sociedades son muy plurales, internamente; llenas de oportunidades, pero con erosión del sentido, la solidaridad y las culturas nacionales definidas, que atraviesan crisis y cambios vertiginosos desde hace décadas. Salvo modelos de sociedades cerradas como la húngara, la polaca, la china o la rusa, toda Europa ha copiado hace ya mucho tiempo el modelo de "crisol de razas" ensayado en los Estados Unidos de América. Soy asturiano de sentimiento y raíces, español cívico, de historia compartida con otras regiones españolas. Soy europeo y sobre todo de mentalidad pro Derechos Humanos. Está bien, es justo y elegante que en nuestras bandas de gaitas asturianas o gallegas haya componentes de inequívoca procedencia ecuatoriana, china o ucraniana, sin perder nuestra esencia, que es también ser tierra de acogida, democracia social y esperanza en una coexistencia o convivencia en paz, avanzada. La alternativa es el bosque de trasnochadas genealogías de "sangre y suelo", mitos retro y populismos ultraderechistas. Seamos España, seamos Asturias, incluso tradicionalmente, sin negar realidades que ya forman parte de nosotros como democracias que exigen equilibradas gestiones de la complejidad. Europa. Planeta Tierra. Democracia, sostenibilidad, diálogo y justicia.
José Luis López Tamargo
Oviedo
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