Pongamos sosiego
Estamos asistiendo en Asturias desde hace unos meses a un espectáculo que me produce verdadero asombro por su falta de rigor, racionalidad y sensatez, circunstancias que se han extendido como si estuviéramos ante una epidemia que adquiriese mayor gravedad por momentos. Me estoy refiriendo al nombramiento del posible candidato del Partido Popular para las próximas elecciones autonómicas. La disparidad de opiniones ha llegado a tal grado que algunos se han manifestado públicamente, mediante cartas dirigidas a la dirección de este diario, en el sentido de que, si no se presenta una determinada persona se abstendría; un concejal ovetense que ha sido expedientado a causa de una incorrecta actuación achaca esta determinación a su opinión en pro de ese mismo candidato; prestigiosos sociólogos y juristas se han pronunciado a favor de que se celebren elecciones primarias con el fin de que los militantes de dicho partido decidan democráticamente la persona que encabezará la lista; otros muchos ciudadanos se están expresando en el mismo sentido, mientras otros sostienen opiniones contrarias. En definitiva, todos giran en torno a la conveniencia de que el señor Álvarez-Cascos encabece o no la lista electoral.
La conveniencia de contar en Asturias con un gobernante que sepa regir eficazmente esta comunidad sometida a una situación tan crítica y difícil está acentuando el interés de la polémica. Pero hemos llegado a unos extremos en que parece necesario preguntarnos: ¿estaremos siendo afectados de una colectiva locura agresiva? ¿No convendría calmarnos para poder analizar la situación con un mínimo de rigor? ¿Por qué no reconducimos los hechos a la más desnuda realidad para, de esta manera, poner un poco de sosegado raciocinio?
Yo soy también partidario de las elecciones primarias. Es el mejor procedimiento para garantizar la democracia que la Constitución, en su artículo 6, exige en el funcionamiento de los partidos y que está siendo sustituida de forma progresiva por la exclusiva voluntad de sus líderes. Pero para que tengan lugar esas primarias tiene que darse una condición ineludible, cuyo recordatorio parece propio de Perogrullo: han de haber dos o más candidatos que explícita y voluntariamente deseen disputar ese puesto.
Esta condición básica es, hoy por hoy, inexistente en la cuestión que estamos debatiendo. El señor Álvarez-Cascos, cuyas condiciones para regir el Gobierno de esta comunidad no discuto, no se ha pronunciado todavía y no sabemos si quiere o no participar, o si todo cuanto sabemos de este asunto no es más que un deseo o una maniobra de sus partidarios, que casualmente mantienen una actitud crítica contra la dirección del partido.
Hasta tanto se pronuncie expresamente el señor Cascos comunicando su voluntad de reincorporarse a las tareas políticas, no tiene sentido la polémica que se ha desatado y todo cuanto se ha dicho por unos y por otros carece de racionalidad, por lo que estimo que todos debemos calmarnos y atemperar nuestras posturas, nuestras conductas y nuestras opiniones. Como no sabemos cuál es su decisión, qué sentido y qué valor tiene nuestra opinión al respecto. No deja de ser un soñado deseo sin aprecio resolutivo alguno.
Si, como es obvio, existe un colectivo que patrocina la vuelta del señor Cascos, debe dirigir sus afanes a lograr que éste se manifieste claramente. Después será el momento en que cada uno de los militantes y, llegado el caso, los electores digan lo que tengan que decir. No se me oculta que puede darse la hipótesis de que, con su silencio, quiera forzar que sea el partido el que le pida la vuelta. Pero esta actitud encerraría un punto de soberbia y de vanidad que sería impropia de quien ha de ponerse al servicio de los demás.
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