El silencio de Cascos
Resulta tremendamente llamativo observar el impacto que está causando en el PP asturiano la elección de un candidato para la próxima cita electoral. Es lógico, y hasta razonable, que la designación de la persona que encabezará la lista de un partido genere diferencias de opinión y divisiones, pues lo que uno ve negro para otro será blanco y puede ser complicado hallar a quien a todos contente, habiendo de conformarnos, en el mal menor de la democracia, con el que contente a la mayoría.
En Asturias estamos asistiendo a un caso insólito de clamor por el ausente, del que en absoluto ha expresado su intención de presentarse, del que tampoco ha tenido la valentía de evitar especulaciones en torno a su posible regreso a la vida pública, limitándose a un silencio que obviamente perjudica a su partido. ¿Será ése el deseo del señor Francisco Álvarez-Cascos?, ¿fomentar la división interna y desprestigiar al que se atreve a «usurpar» un puesto que él no ha manifestado que quiera ocupar? Diría esto muy poco en su favor, pero a la vista de los acontecimientos parece ser que lo que menos le importa al señor Álvarez-Cascos es lo que ocurra a su partido en Asturias, sea bueno, malo o regular.
Es evidente que el partido, en Asturias, no quiere al señor Cascos. ¿Por qué insisten entonces sus partidarios? ¿Por qué no corta él este ataque a una organización que él contribuyó a crear y que con él seguía al pie de la letra los mismos estatutos que ahora sus partidarios quieren dinamitar? ¿Quiere el señor Cascos destruir al PP? Porque si lo que desea es fortalecerle está tardando mucho en salir a la palestra y decir lo que tanto reclamaba cuando él mandaba: el partido es lo importante, porque más vale partido sin gobierno que gobierno sin partido. Y lo siento, pero los casquistas lo que quieren es destruir el partido que democráticamente les ha mandato al ostracismo y el anonimato.
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