El último, que pague la luz
Y ya se sabe quién o quiénes son los últimos: los consumidores.
Con la llegada de octubre, la factura de la luz ha vuelto a subir. Y aun cuando tan sólo hace tres meses lo había hecho, aunque si bien esa vez no fue por presión de las compañías eléctricas, sino por la elevación del IVA, este impuesto afecta mucho a un servicio tan esencial como es la energía eléctrica. Leo que sólo en los últimos cinco años el recibo de la luz se ha incrementado un 30 por ciento.
Me parece algo muy desproporcionado. He ido a la página web de una de las grandes empresas del sector y veo sus cuentas de resultados correspondientes al primer semestre de este año. En seis meses ha obtenido un beneficio neto de 1.808 millones de euros. Me he quedado, además de confundido, altamente impresionado.
Por ello quiero preguntarle al ministro de Industria: ¿realmente tenemos que pagar un precio tan alto por un servicio tan básico para el usuario cuando en el sector se están embolsando semejantes cantidades? ¿Hasta dónde se pretende llegar con esta permanente sangría del bolsillo del consumidor a favor de las grandes empresas? ¿Es ésta la sensibilidad social del Gobierno?
Esta subida de la tarifa eléctrica se une al incremento del gas y se suma al goteo constante en el precio de los carburantes para automoción. Todo ello pasados solamente 90 días después de aquella controvertida decisión de aumentar el IVA. Es decir, unos 26 millones de hogares y pequeñas empresas están sufriendo un nuevo incremento en el coste de la luz de un 4,80 por ciento. Y es la segunda escalada del año, que tras el 2,64% del pasado enero, se llega a la nada despreciable cifra anual de 7,44%, y todo ello sin terminar el año 2010. Cantidad que se nos antoja desmesurada máxime en tiempos de grave recesión económica.
Sí, sube la luz y además nos acribillan a impuestos. No es nuevo pero es una evidencia más de que esta crisis no sólo no la están pagando quienes la provocaron y consintieron, sino que más bien se están beneficiando de ella.
Mas no parece que los citados aumentos vayan a ser los únicos. A través de Funcas, las cajas de ahorro anuncian una inmediata subida del IRPF con la intención de reducir el déficit que no deja de crecer. Se desploma el consumo y no acaba de reactivarse la economía española. En este sentido conviene fijarse en el diagnóstico que algunos expertos hacen de la actual situación de indefinición que sufre el Gobierno. Los continuos desaciertos del presidente Zapatero y su Ejecutivo siguen provocando más problemas que soluciones.
Elevar el precio de la luz después del gas (aunque estos días haya bajado un 1,2 por ciento), y los combustibles, junto con el IVA, termina por ahogar a muchas pequeñas empresas que, digan lo que quieran las autoridades monetarias, son la locomotora que tira de éste, en ocasiones, bendito país. Ayudar a las empresas significa frenar la sangría del desempleo. Con ello, además, se revitaliza el consumo y será más fácil salir de la crisis.
En definitiva, que los únicos que no obtenemos beneficios somos los ciudadanos de a pie. Y debemos conformarnos con llegar a fin de mes sin deudas. De los bancos y las eléctricas nadie dice que «tiene dificultades económicas», porque, caso de que así fuera, la reforma laboral recién aprobada les animaría a deshacerse de ese lastre, despidiendo un cierto número de trabajadores. Aunque el motivo principal haya sido por su mala gestión.
Finalmente, con todo lo que está cayendo y con la recién subida del IVA, todavía sin digerir, sólo a este Ejecutivo se le puede ocurrir un nuevo aumento de la tarifa de la luz –y en qué cuantía– a los usuarios acogidos a la Tarifa de Último Recurso (TUR), que son la inmensa mayoría.
Y siguiendo con despropósitos, puede que un día no lejano nos pongan un contador enganchado a la espalda y nos cobren por la respiración o simplemente por desgastar la acera al pasear por ella.
A medida que este Gobierno medio asfixiado se va apagando ante la difícil situación económica que lógicamente le toca afrontar, se van desvaneciendo las pocas luces de conciencia social de la que en ocasiones tanto presume.
Estos dirigentes políticos que nos ha tocado, qué difícil nos hacen poder creer en ellos.
Y mientras intento terminar estas líneas alumbrándome con velas, para evitar el exceso de consumo de energía eléctrica, de corazón exclamo a voz en grito: «Quiero vivir en un país donde pueda confiar en mis políticos».
José Antonio Gutiérrez González
Piedras Blancas
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