Lectura, sabiduría y libertad
Leer para aprender. Para abrir las luces del conocimiento. Leer para aprender a escribir. Leer para conocer las técnicas de la meditación. Leer las lecturas recomendadas por los profesores, padres y amigos. Aquellas que vosotros mismos hayáis elegido. Leer despacio y subrayar las hermosas palabras que os salen al paso y que enriquecen vuestro vocabulario y sabiduría. Señalar aquellas frases o párrafos que os atraen por su mensaje, por la semántica y la música de los elementos que comportan los sintagmas y las proposiciones. Aquellas frases que se acercan a vuestros pensamientos; que os abren los ojos ante algo que hace tiempo querías expresar pero que no podías por carecer de los elementos indispensables del lenguaje.
Y es que los jóvenes de hoy no meditan porque no se lo permite la sociedad en la que viven. Todo está expuesto bajo el sol: los intensos estudios y deberes para poder ser competitivos, los inseparables móviles, los ordenadores, la consola, la “tablet”, el bombardeo intensivo y despiadado de la televisión, y al final del día nos les queda ni un solo espacio para leer, para ser ellos mismos. Un tiempo a solas con sus consciencias (¿dónde estoy?, ¿quién soy?, ¿qué hago aquí?, ¿para qué sirvo?) valorando la jornada que acaba de pasar para rescatar lo bueno y alejarse de lo malo y no cometer los mismos errores. Y es que a nuestros niños y jóvenes nadie les enseña a meditar.
La meditación ha de tener como complemento la lectura, o bien la lectura un tiempo para la meditación. Todos los sabios que en el mundo han sido han leído cientos de páginas y de libros para aprender de los que fueron por delante desbrozando el terreno y encendiendo luces allí donde había sombras. Luego de leer y meditar, nos dejaron estos y otros profundos pensamientos y consideraciones sobre los que habrían que abundar jóvenes y adultos: “Pienso, luego existo” (René Descartes); “Ser o no ser, he aquí la cuestión” (W. Shakespeare); “Solo sé que no sé nada” (Sócrates); “Conócete a ti mismo y así conocerás a los demás” (Michel de Montaigne); “Habla solamente si consideras que tus palabras son más bellas que el silencio” (Nagore); “La tierra no es una herencia de nuestros antepasados, sino un préstamo de nuestros hijos” (un anciano piel roja de la tribu de los sioux); “Soñaba un día, a la sombra de un sándalo, que servía a mi prójimo y era feliz. Cuando desperté, ayudé a los demás y fui muy dichoso” (el príncipe Siddhartha, es decir, Buda. 600 años a. de C.).
Os encontraréis con metáforas, musicalidad, armonía e imágenes en la lectura del verso y personajes en la prosa: narrativa, cuento y teatro que os seducen por su forma de ser y de actuar, y que terminan formando parte de vosotros mismos porque en el fondo os volvéis protagonistas de la acción. Tomar buena nota de aquella frase que os cautivó y que si la memorizáis será vuestra desde ese momento en adelante, porque con la licencia de su autor vais a emplearla en múltiples ocasiones. Un libro no es de quien lo escribe, sino de quien lo lee, pero nunca estará de más decir quién fue el autor.
Sumario: Algunas consideraciones a los jóvenes que no meditan porque no se lo permite la sociedad en la que viven
Destacado: Leer porque el joven que no lee está condenado a ocupar los últimos peldaños de esta extraña pirámide que forma la sociedad. Leer para respetar y hacerse respetar. Leer, en fin, porque los hombres y las mujeres cultos son más libres
Leer para ser más libres. Leer libros de fantasía porque los sueños y el misterio son los que hacen crecer a los niños y a los adolescentes. Leer ficción, aunque no resulta fácil porque exige un esfuerzo suplementario ya que, al no poder el lector adoptar una actitud pasiva, cada personaje resulta un rostro imaginario y cada escena una instantánea diferente que el propio lector va creando a medida que avanza en la lectura.
Libros de aventuras en los que os vais a sentir protagonistas y dar rienda suelta a vuestra imaginación eligiendo espacios y compañeros de odiseas: Julio Verne, Emilio Salgari, Zane Grey. Lecturas profundas y al mismo tiempo fantásticas y divertidas como: “La historia interminable”, “Momo”, incluso el propio y manido “Harry Potter”. Leer “El Principito”, escrito con un gran cúmulo de sutilezas para niños y adultos. Leer poesía porque en ella está la verdad profunda del mundo; atreverse a “hojear” el “Quijote”, aunque solo sea en aquellos capítulos pinchando odres, “desfaciendo” entuertos o saliendo por los aires con su montura impulsados por las alas de un molino de viento y la reflexión de una de las obras más profundas de la literatura universal.
Leer porque el joven que no lee está condenado a ocupar los últimos peldaños de esta extraña pirámide que forma la sociedad. Leer para respetar y hacerse respetar. Leer, en fin, porque los hombres y las mujeres cultos son más libres.
En estos días, LibrOviedo abre sus puertas en Trascorrales. Tiempo tenéis para animar al Oviedo: ¡Hala Oviedo!; para hablar con los amigos y los ligues a través de los móviles y cogeros de la mano por el Campo San Francisco. Y también ha de haber un espacio para acariciar la suave piel de un libro.
Leo, luego existo.
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