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Prometer mucho, cumplir poco o nada

3 de Junio del 2022 - José Luis Álvarez Lauret (Gijón)

Uno, que ya está a punto de cumplir sus 86 años de existencia en este “perro mundo”, que tuvo que crecer sin padre por haberlo perdido en aquella maldita Guerra Civil del 36, que necesitó acudir de niño al Auxilio Social para malcomer una vez al día, nunca pudo imaginar que en su vejez, a más de cuarenta años después de quedar atrás la dictadura y ser gobernados por quienes son elegidos por el pueblo democráticamente, tendría que soportar cosas que hoy nos obligan a soportar, según nos dicen, por falta de dinero, mientras vemos cómo se derrochan nuestros impuestos en mantener toda una legión de políticos tanto en el Gobierno central como en las múltiples autonomías.

Algunos políticos dan la impresión de creerse que el mundo empezó a existir cuando ellos llegaron a él. A mí, que viví los años de posguerra, me recuerdan a aquellos charlatanes que acudían a los mercadillos de entonces y que por un duro te ofrecían como algo útil un caldero lleno de pura bazofia. Digo esto porque uno los oye prometer y vender su supuesto buen hacer y luego lo compara con lo que en realidad nos pasa y no puede sino llegar a la triste conclusión de que nos toman por tontos. Somos viejos, tenemos poca formación, pero sabemos distinguir entre lo verdadero y lo falso y demagógico.

Acabo de escuchar hace un par de días, en un informativo regional, decir que nuestro servicio de salud ya funciona casi sin listas de espera en la primaria, y que prácticamente ya nos están atendiendo en un margen de 24 horas de espera. Yo no sé si es que a mí me ven cara de más tonto de lo que soy, pero yo no consigo ser atendido con prontitud como hacían hace años. Esta semana llamé de miércoles para pedir cita en el centro de salud de El Coto, en Gijón, donde resido, y tras varios intentos, al final, conseguí contactar telefónicamente con coordinación; la persona que me atendió me exigió que le explicara cuál era mi dolencia, después me dijo que el médico me atendería por teléfono el viernes -dos días más tarde-. Pues resulta que estoy redactando este escrito a las 18 horas del domingo y aún no recibí la llamada. Revisé entre tanto en mi teléfono las llamadas entrantes y la llamada de mi médico no aparecía por ninguna parte. Sospecho que el buen señor agotaría su jornada laboral sin poder atendernos a todos y se iría a casa a disfrutar de su merecido descanso de fin de semana, dejándonos a tontinos como yo pendientes del teléfono y padeciendo nuestras dolencias, y deseando que todo esto dé un vuelco y alguien nos libre de tanto charlatán embaucador como, en mi opinión, por desgracia pulula hace tiempo en la política de nuestro país, dando la impresión de estar algunos para servirse y no para servirnos. Siento ser tan duro, pero así es como lo veo y lo entiendo.

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