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La luz de los mineros

13 de Octubre del 2010 - Enrique Alvarez-Santullano Fontaneda (Oviedo)

Cuando ustedes lean estas líneas es muy posible que alguno de los mineros atrapados en la mina San José haya visto ya la luz. Habrán de tener cuidado. Demasiada luz también ciega. Pero no me refiero a la solar. Alrededor del campamento de la mina, camuflados entre familiares, médicos, técnicos, políticos, ejército y periodistas, acechan los hipócritas con careta de cera, vestidos con traje y corbata, dispuestos a convertir a cada uno de ellos en una millonaria estrella internacional. Son tenaces, persuasivos, no tienen escrúpulos y convertirán una simple anécdota en un lúdico y sabroso culebrón. Nada les detendrá. Protegidos por el velo de inmunidad que les otorgan los micrófonos y los focos, conminando a familiares y amigos, calumniaran a cualquier persona relacionada y tergiversarán cualquier suceso allí acaecido. Pero lo peor es que nosotros no somos inmunes a esto. Una vez que el circo está en movimiento nada lo hace parar. Se colará en nuestras vidas a través de la televisión, la prensa, o las charlas del bar. Es difícil abstraerte de todo esto a no ser que vivas en una cabaña en el monte o encerrado en una mina. Que pena. Desde más de 700 metros de profundidad hemos recibido lecciones que ninguna universidad sobre la superficie de la tierra es capaz de enseñar. La última, ayer mismo. Ante la eminencia del rescate, los mineros han decidido no trasladarse al hospital hasta que todos ellos estén fuera de peligro. Una prueba de solidaridad que me eriza los pelos sobre la piel de gallina. Lo que cada uno de los mineros haga con su vida después de esta experiencia sólo les incumbe a ellos. De lo que de su tragedia aprendamos sólo será cosa nuestra.

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