Menos lobos

19 de Junio del 2022 - José María Casielles Aguadé

Como mis queridos y pacientes lectores bien saben, «menos lobos» es una generalizada expresión coloquial española que, además del estricto, riguroso y restrictivo significado de menor cantidad de cánidos, puede asimilarse en toda el área hispánica a «menos cuentos» (España), «menos vainas» (Santo Domingo), donde también comentan con humor caribeño que el amor es como el «flamboyán» (Fr. llameante), un precioso árbol con flores rojas, de la familia de las fabáceas, identificado científicamente con el nombre de «Delonix regia», del que los dominicanos comentan que es como el amor, ya que primero vienen las flores (alegrías) y después las vainas (problemas). En Venezuela, la expresión «menos lobos» se traduce por «déjate de guarandingas», que aquí equipararíamos a «monsergas»; esto es, un discurso inoperante y fastidioso, cargado de tabarra y tostón. Admitida esta convergencia substancial de matices, está bien claro entre la mayoría de los españoles la desafortunada inclusión del lobo («canis lupus») en las especies protegidas por la resolución del LESPRE (Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial), ya que el lobo volvió a matar en 2021 a más de 100.000 reses en las cuatro comunidades del noroeste de España (Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León), lo que ha obligado a abonar más de 780.000 euros a los sufridos damnificados, que los estiman claramente insuficientes, por suponer poco más de un tercio del daño real, infravalorado por el Ministerio de Transición Ecológica. La proyección del desastre para la ganadería de montaña, con alcance posterior en la alimentación, fue aprobada frívola e irresponsablemente por las restantes comunidades autónomas que no la padecen.

Como bien decía el ministro Villar, y ya comenté en otra ocasión: «El que es caritativo con el lobo, es cruel con el cordero». Y con el ganadero, me permito añadir yo.

Es muy fácil ser sectario e inconsecuente, como lo han sido las otras trece comunidades autónomas no afectadas por el lobo, pero, críticas aparte, que no sobran ni son improcedentes, hay que buscar las soluciones adecuadas para no destrozar la ganadería de montaña, ni perjudicar a sus pastores y a sus animales. De no derogar radicalmente la citada disposición LESPRE, quedan dos soluciones prácticas.

Sumario: La inclusión del lobo en el listado de especies protegidas y los daños que acarrea a Asturias

Destacado: El lobo mató en 2021 a más de 100.000 reses en Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León, lo que ha obligado a abonar más de 780.000 euros, poco más de un tercio del daño real, a los damnificados

Primera: Proceder a repartir los lobos protegidos entre las diecisiete comunidades españolas, que así se enterarán del problema.

Segunda: Incluir a todas, en proporción a su población humana, en el pago de las indemnizaciones que deben recibir los ganaderos, después de asegurar escrupulosamente que estas indemnizaciones sean justamente agilizadas y adecuadas a la realidad objetiva de los daños; es decir, muy distintas a las estimadas por los «ecologistas de moqueta verde» desde sus despachos administrativos. Solo así se eliminaría el criterio sectario que separa a los que deciden sobre objetivos daños ajenos y los que padecen las consecuencias reales que siguen a decisiones irresponsables que perjudican a los demás.

Si alguien puede ofrecer argumentos fundamentados en contra de estas consideraciones, y más justos y efectivos, es el momento adecuado para presentarlos. Es seguro que serán estudiados con el mayor interés por las comunidades del Noroeste, y entre ellas la de Asturias, gravemente afectada. En eso, y no en los aplausos gratuitos y estériles, consiste la dialéctica (criterios argumentados con razones), que es la base de la verdadera democracia.

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